Bueno, con la ventaja de que en entradas anteriores ya se han citado fuentes oficiales que hacen referencia a la libertad de cátedra, y se ha hecho mención a lo que origina este debate, yo voy a limitarme a opinar, libremente, sobre este supuesto libertinaje.
Todos sabemos a santo de que, y nunca mejor dicho lo de santo, viene toda esta preocupación por el alcance, y la aparente ausencia de límites, de la libertad de cátedra. La asignatura de Bioética, y más concretamente el libro de Javier Gafo, “10 palabras clave en bioética” parece habernos herido en nuestra sensibilidad, no ya por sus comentarios que van desde homófobos a intolerantes, con pinceladas de conservadurismo insultante en pleno siglo XXI, sino por lo que para muchos a supuesto leerlo.
Tal y como recoge nuestra muy apreciada wikipedia, la libertad de cátedra es el derecho a ejercer la docencia, en el ámbito de la Educación Superior, con absoluta libertad. Hasta ahí todo correcto, pero algo empieza a oler a podrido en nuestra facultad cuando nos topamos con párrafos que parecen aguijones, como el ya citado en la entrada SIDA, moral y promiscuidad.
La enseñanza no es imparcial, ni lo es, ni lo ha sido, ni espero que lo sea nunca. Cada maestrillo tiene su librillo, su opinión y su forma de expresarla, y a mí me parece perfecto, tanto la de unos como la de otros, porque una de las cosas que me parece más enriquecedora de la universidad es la disparidad de opiniones respecto a cualquier tema, siempre que las expresiones de las mismas se hagan desde el respeto. No digo ya que tengan que apelar a fuentes fiables, a la ciencia, o a Dios para poder expresarse, se puede defender la cuadratura del círculo si a uno le place, siempre que pueda argumentar, aunque sea falazmente, y que sea crítico incluso para aceptar las criticas.
Pero a mí me surge un problema: Estamos en la universidad, aunque a veces no lo parezca, y se supone que somos personas maduras con capacidad crítica suficiente para diferenciar aquellas opiniones que compartimos y las que no. Pero si partimos de un supuesto, en mi opinión, falso, vamos listos.
Muchos de los estudiantes que entran en primero de filosofía (almas de cántaro) lo más que tienen son algunas nociones de los cuatro filósofos que su profesor de bachillerato les ha hecho estudiar para pasar de curso y aprobar el selectivo, los más aventajados puede que ya hayan tenido un contacto más directo con esta filosofía en “estado puro” que tantos quebraderos de cabeza nos regala, pero aún así, una persona que entra en esta carrera después de haber pasado por ese sistema educativo tan chulo que tenemos no tiene unas bases tales como para poder, primero, desenterrar el argumento oculto entre trufas, y luego, poder juzgarlo. No dejamos de ser recipientes más bien vacíos, con una forma y capacidad, algunos con embudo y otros sin el, esperando ser llenados, y si esto es así no puede consentirse que un tema tan amplio como es la bioética se enfoque con especial interés desde un punto muy particular, en mayor o menor medida compartido, dejando completamente de lado otras opiniones no menos válidas.
No podemos impedir a un profesor defender y difundir sus creencias, independientemente de que sean religiosas o no, basamos nuestra vida en nuestras creencias y no podemos ni debemos dejarlas de lado. Pero tampoco debe, en mi opinión, consentirse a ningún docente de ningún centro, sea catedrático o no, ocultar una forma de ver el mundo en general y su materia en particular, a favor de la suya propia.
Bueno, yo no quería extenderme, porque lo bueno si breve, ya se sabe, es más breve. Lo peor de actualizar después de algunos miembros sobre la libertad de cátedra es que queda poco nuevo que decir, y lo mejor es que proporcionan un punto de partida interesante.
Así son las cosas, desde mi punto de vista, y así se las he contado, como buenamente he podido.
-SiL-