lunes, 28 de abril de 2008

AMENAZAS AL IIIW

(Para la comprensión de esta entrada, lean primero la proposición número 45 escrita en el artículo de more_ "de la ética hermenéutica crítica desde la facticidad y de por qué defeco en ella").

Aviso a navengantes: este escrito tiene validez si, y sólo si, lo afirmado por quien se hace llamar "Ludwig" en la contestación referida es cierto. Cabe la posibilidad de que el tal Ludwig no sea más que un farsante, y también la de que sus opiniones, aun siendo integrante del personal universitario, no representen el sentir mayoritario de su gremio o de los profesores del departamento concreto de Ética. Si lo cierto resulta ser el segundo o el tercer caso, me retracto ya de todo lo que digo sobre las amenazas y el modo de actuar del departamento criticado, y pido perdón a los aludidos. Pero, ante la gravedad del asunto si lo cierto es el primer caso, creo conveniente mantener la entrada.


Querido Ludwig:

Me llamo Fco. Javier Ruiz Moscardó, D.N.I. 33563619-H, matriculado en filosofía desde el curso 2006/2007 y uno de los impulsores de este blog y sus iniciativas, cartas a la facultad incluidas. Como puede ver, estoy realmente asustado por las acciones que el señor rector, el decano, el departamento de filosofía Moral o cualquiera de los ínclitos "doctos" que, día a día, se encargan de pervertir y denigrar esta bella disciplina, puedan emprender contra mí y mis compañeros. Pienso, con Gilles Deleuze, que "la filosofía no sirve al Estado, ni a la Iglesia, ni a ningún poder establecido (...) y sólo tiene un uso: denunciar la bajeza en todas sus formas". Desde esa convicción hago lo que hago, por respeto a una disciplina que me apasiona, y dándole el uso que creo necesario; no por ningún odio específico ni personal hacia los docentes que criticamos.

Me reafirmo en la convicción de estar haciendo lo correcto: las amenazas - síntomas, por cierto, de la debilidad y el nerviosismo de quien las profiere -, lejos de conseguir su objetivo silenciador, animan y motivan sobremanera, signo de que nuestras invectivas no han caído en el vacío.

Su respuesta, dicho sea incidentalmente, resulta de gran apoyo a nuestras tesis: evidencia el talante y el modo de actuar del Departamento contra el que investimos; incapaces de soportar las disidencias, recurren al poder y a la autoridad para silenciar opositores. Ya ha llegado el momento de que alguien denuncie lo que está pasando en la Universidad de Valencia, y yo uno mi voz para gritar bien fuerte que LAS PRÁCTICAS DEL DEPARTAMENTO DE FILOSOFÍA MORAL, DEL DERECHO Y POLÍTICA DE LA UNIVERSIDAD DE VALENCIA (FACULTAD DE FILOSOFÍA Y CIENCIAS DE LA EDUCACIÓN), CON ADELA CORTINA A LA CABEZA, E INTEGRADO POR PROFESORES COMO JESÚS CONILL Y AGUSTÍN DOMINGO MORATALLA, MERECEN SER EXPUESTAS A LA LUZ PÚBLICA. Y, por mi parte, no hemos terminado: toda práctica deshonesta e irregular - y, lo que es peor, antifilosófica en el fondo - será explicada a profesores y alumnos para que, al menos, sean conscientes de lo que está ocurriendo. Ojalá esto sirva para que, en alguna medida, tales docentes se replanteen su forma de impartir la materia (soy consciente, lo diré a su favor, de que tienen los conocimientos y la capacidad de impartir sus asignaturas de un modo más objetivo).

Como dice el refrán popular: el que se pica, ajos come. Y el que amenaza suele hacerlo porque se siente amenazado. Si usted representa a dicho departamento, y desde allí escribe sus críticas (repitámoslo una vez más: amenazando sin contraargumentar, cosa bien distinta a lo que hemos hecho nosotros), sepa que seguramente acaba de perder puntos: insisto en que intentar meter miedo a los opositores, más aún cuando los magníficos intelectuales a los que defiende se presentan como adalides de la democracia y el progreso, no suele estar bien visto por el observador imparcial y desinteresado.

No me extenderé más, puesto que responderemos más extensamente, en una próxima entrada, todos los integrantes del IIIW. De lo aquí expuesto, sólo puede responsabilizárseme a mí. No hablo en representación del grupo.

Concluyendo: también como Deleuze, pienso que "una filosofía que no entristece o contraría a nadie no es una filosofía". Su respuesta me indica que estamos en el buen camino.

domingo, 27 de abril de 2008

Segunda carta a la Facultad de Filosofía de Valencia

“Philosophia ancilla theologiae”

* * *

“Pero creemos que sí tiene razón el cardenal Hume cuando afirma que habría que considerar al SIDA 'como prueba de una ley general de que las acciones humanas tienen consecuencias y de que el desorden produce inevitablemente daño y, consiguientemente, provoca destrucción... Es síntoma de algo más profundo y mortal. Es una de las muchas consecuencias desastrosas de un comportamiento sexual promiscuo. La promiscuidad está haciéndose suicida.' ” (10 palabras clave en bioética, Javier Gafo, p. 271, 1997, Editorial Verbo Divino.)

“Hace falta desvelar lo cardial en el análisis de la insondable belleza de la experiencia moral en la vida fáctica, a partir de las narraciones bíblicas sobre la misericordia, sobre las víctimas, humilladas y ofendidas, expectantes de rehabilitación.” (Ética hermenéutica, Jesus Conill, p. 281, 2006, Tecnos, Madrid)

“El secularismo moderno no significa necesariamente ausencia de religión, sino que la idea y vivencia de Dios ocupa otro lugar en la vida personal y adquiere una nueva función orientadora en el orden social, compatible con los nuevos estilos de la vida moderna.” (Íbid., p. 261)

“Algunos creyentes sonreirán satisfechos ante el fracaso de la razón ilustrada. Y lo achacarán – gozosos – a su orgullo, a su afán prometeico. 'Le está bien empleado – pensarán – por querer usurpar en la historia el lugar de Dios.' Es posible que tengan razón. El pecado de los ilustrados consistió, a mi juicio, en no reconocer verdaderamente los límites de la razón y no recurrir, cuando es razonable, a la ayuda de otro.” (Ética mínima, Adela Cortina, p. 221, 1986, Tecnos, Madrid)

“No puede decirse que Dios es el fundamento de la moral, porque la relación de Dios con la moralidad sólo es posible a través de las personas. No puede decirse que la persona es el fundamento de la moral, porque las determinaciones que le constituyen en fundamento están mediadas por Dios. Estos dos intentos de fundamentación serían unilaterales porque sólo tendrían en cuenta una parte del fundamento total, que consiste en la afirmación de que cada persona es valiosa por ser persona, pero la determinación de qué sea persona exige la mediación de Dios.” (Íbid., p. 260)

“Para establecer la coherencia del dato de conciencia expuesto –el valor absoluto de cuanto nace de personas- son insuficientes las categorías creadas por la razón. No queda más recurso lógico que el de conectar este dato ofrecido por la revelación como un elemento innovador, según el cual el hombre posee valor absoluto y es fin en sí mismo porque es imagen y semejanza de Dios.” (Ética mínima, Adela Cortina, p. 266, 2004, Tecnos, Madrid)

* * *

Tanto Ética mínima como Ética hermenéutica son dos libros de lectura obligatoria (aunque no íntegramente en este curso) para la asignatura troncal de Ética. Nótese que la única alternativa para el alumno que no desee estudiar estos libros es estudiar ética con el profesor Josep R. Moncho. Por otra parte, 10 palabras clave en bioética se da a elegir entre otros dos libros, necesarios para aprobar la asignatura optativa Bioética.

Dicho sea incidentalmente, el libro 10 palabras clave en bioética está publicado por la Editorial Verbo Divino, cuyo objetivo queda definido en su página web como “difusión de la palabra de Dios por todos los rincones de la tierra.”
(http://www.verbodivino.es/conocenos/index.aspx 23/04/2008)

Instamos a los profesores que aún sepan diferenciar el atril del púlpito, a que envíen una explicación a tercerwittgenstein@gmail.com.

Atentamente,
IIIW

jueves, 24 de abril de 2008

De la ética hermenéutica crítica desde la facticidad y de por qué defeco en ella

Hace un tiempo alguien me preguntó seriamente "¿qué opinas de la ética hermenéutica?" y no pude balbucear mucho más que (medio en broma, medio en serio) "eso es un intento de kantianizar a Nietzsche, ¿no?". Ciertamente, tras un año estudiando tal materia, mis nociones se resumían a esa desagradable intuición. Aunque era capaz de espetar palabros como urteilskraft u otros semejantes, en aquel momento me sentía, más bien, ignorante acerca de aquella disciplina. No obstante, hoy me siento un poco más capaz de poder responder con algo que no sea una interrogación.

¿Qué opino acerca de la ética hermenéutica, expuesta en el libro de Jesús Conill que lleva ese mismo título? Opino que es una basura cristiana que jamás debería haberse impartido en las aulas. Además, opino que es una desvergüenza lo que han hecho con el pensamiento de Nietzsche y, sobre todo, estoy totalmente indignada con el ansia kantiana de encontrar a su mentor hasta en la sopa. Pero, ¿sabéis qué es lo que más me indigna? El final. El final de Ética Hermenéutica. ¿Por qué? Porque ahí es donde se descubre todo el pastel.

Después de doscientas cincuenta insufribles páginas de inmensas citas e interminables retahílas de adjetivos fáctico-crítico-lingüístico-experienciales, llegamos a un apartado, el 4.8, denominado "La religión como fuente moral" donde la cosa ya no puede ponerse más fea. Se evidencia todo lo que se ha ido dejando entrever a lo largo del libro: que la ética hermenéutica es otra forma más de vendernos la moral cristiana. Comienza a hablarse de la Biblia (Jesús Conill Sancho, Ética hermenéutica, p. 259, 2006, Ed. Tecnos, Madrid), de San Pablo y la caritas (Íbid., p. 262) para llegar a frases estelares como la cita a Vattimo: "hoy ya no hay razones filosóficas fuertes y plausibles para ser ateo o [...] para rechazar la religión" (Íbid., p. 263). ¡Pues claro que no! ¿Acaso alguien lo duda? Ni los posmodernos lo dudarían, pues: "el pluralismo posmoderno permite volver a encontrar la fe cristiana." (Íbid., p. 263)

Desde aquí y ya mismo me gustaría dar un consejo a quienes aún no se hayan percatado de la realidad de este mundillo: no juzguéis un libro hasta haberlo leído íntegro, pues los disparates se suelen dejar para el final. Desgraciadamente, lo que suele ocurrir con este tipo de planteamientos, es que todo el libro es una especie de preparación, un camino, hacia un telos mayor: Dios. Esto es, ciertamente, una lástima, pues el saber no ocupa lugar, pero sí tiempo.

Lo único positivo que puedo sacar de este libro es que me ha ayudado a conocer el pensamiento de ciertos autores: ahora podré evitarlos. Por ejemplo, he conocido, someramente, a un gran filósofo: Gianni Vattimo. No he podido sino extrañarme y repugnarme con algunas de sus ideas. En palabras de Conill, "Nietzsche y Heidegger se presentan en armonía con un sustrato religioso cristiano impulsando lo que Vattimo considera 'reencuentro nihilista con el cristianismo' " (Íbid., p. 263). ¿No parece un insulto? ¿Alguien en sus sanos cabales (unos no corrompidos por el kantismo, el Opus Dei o la Sagrada Trinidad) suscribiría la tesis de que Nietzsche está en armonía con algo cristiano?

Y es que, al fin y al cabo, así son los cristianos: aunque tú no los quieras, ellos sí que lo hacen. ¡Dios os ama! Y, a propósito del amor:

"El sentido del retorno del cristianismo consiste en reivindicar la escucha -la experiencia- de la palabra evangélica originaria, para poder ser capaces de interpretar cada nueva situación como Jesús de Nazaret, es decir, conforme al mandato del amor, porque el límite de la interpretación es la caridad. La caridad no es aquí objeto de desmitificación, ni de secularización, ni tampoco de deconstrucción. 'El único límite de la secularización es el amor, la posibilidad de comunicar con una comunidad de intérpretes'. Lo que ocurre es el que mandato del amor es 'formal', viene a ser algo así como el imperativo categórico kantiano." (Íbid., p. 268)

Ya sé que todo esto ni os viene ni os va. Es lo que suele denominarse, cariñosamente, cabra. Pero, en este caso, se trata de una cabra dolorosa, pues es muy triste darse cuenta del adoctrinamiento que se está llevando a cabo en una facultad de filosofía. ¡En una facultad de filosofía! Siendo nosotros quienes hablamos de reflexión, crítica y bla bla bla... ¡Vergüenza debería darnos! ¡Y vergüenza debería darles a esos señores y señoras que se suben todos los días a la tarima y llenan nuestra mente de tergiversaciones y descarados sesgos!

Y ojalá sólo ocurriera esto con un determinado libro, con una determinada asignatura o con un determinado profesor. El problema real es que el Departamento de Filosofía del Derecho, Moral y Política de la Universidad de Valencia huele demasiado a seminario: desde la ilustre Adela Cortina, hasta el aprendiz Francisco Arenas-Dolz. Afirmar esto no es una generalización infundada, sino un hecho fácilmente comprobable atendiendo, por ejemplo, a la bibliografía obligatoria y recomendada de las asignaturas departamentales. O, aún más fácil: pasando por sus clases.

Dios, hermenéutica, Nietzsche, piedad, facticidad, caridad, Kant, vida, historicismo, imperativo, voluntad de poder... todas estas palabras tienen cabida en el mismo saco y, efectivamente, se genera un batiburrillo que no hay quien entienda, pero que acaba asquerosa e irremediablemente en lo mismo de siempre: moral cristiana. Disfrazada de bonitas palabras, sí; pero moral cristiana.

Y porque soy una atea convencida y practicante, no puedo más que defecar en la ética hermenéutica en su vertiente crítica desde la facticidad, ¡y sólo Dios sabe si también en la trufada de neopragmatismo contextualista!

Y ya sólo me queda añadir: andad con cuidado.

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Acta de reunión del 23-04-08

La reunión se celebró en el lugar habitual a la hora habitual, con alguna falta de asistencia por motivos de fuerza mayor. Las conclusiones de la misma fueron enviadas anoche, vía correo electrónico, a todos los miembros.

Conste en acta.

-SiL-

domingo, 20 de abril de 2008

Del mecanismo innato de liberación, la psicología del mito y los aprioris de la razón

Algunos ejemplos ilustrativos de los efectos del llamado mecanismo innato de liberación (MIL) son:

- Las tortugas marinas ponen sus huevos en la arena, lejos del alcance de la marea. Cuando rompen los huevos, las pequeñas tortugas corren hacia el agua. Saben que deben correr, saben hacia donde, y saben que tienen prisa, y además, saben nadar y saben que deben hacerlo.

- Lo primero que ve un pato recién nacido se convierte indefectiblemente en su madre.

- La hembra del cuco pone sus huevos en un nido cualquiera de un pájaro cualquiera. No existen nidos de cuco. Cuando el pequeño cuco sale de su huevo procede a empujar fuera del nido al resto de huevos, siendo el propio cuco el único polluelo que es alimentado por sus padrastros.

- Un pollito cualquiera correrá espantado a esconderse bajo una cornisa cuando vea en el suelo la sombra de un halcón, aunque no hay visto jamás un halcón y aunque esa sombra proceda de un halcón de madera artificial. El pollito no huye si la sombra es de gaviota, aun siendo éstas extremadamente similares.

Son éstos algunos ejemplos de conductas no adquiridas que se producen universalmente en animales. A poco que sepa uno de biología y de teoría evolutiva, es claro a toda luz que el mecanismo que impulsa estas reacciones es de tipo genético, impreso en la estructura del ADN, producto de una transformación adaptativa. Pero, ¿podemos hablar de mecanismos similares en relación al hombre? Obviamente si, pero ¿y en relación a los conceptos mentales del hombre? A riesgo de parecer un sucio neokantiano, hablaré hoy de un tema sobre el que he estado leyendo últimamente: la psicología del mito y la interesante hipótesis de que la estructura básica de los mitos es universal y está contenida en la estructura génica. ¿Está la imagen de la bruja impresa en el sistema nervioso del niño igual que la del halcón lo está en el polluelo? Esperemos que no, porque eso abriría la puerta a los aprioris de la razón kantianos. Pero por algún sitio hay que empezar, y la psicología parece un buen camino. Y la psicología del mito me ha parecido terriblemente interesante, aunque supongo que la mayoría de vosotros (sobretodo Hermeneutizado) me reprocharéis que es un tema aburrido y que esta página no es lugar para estos temas. Pero a partir del análisis de este fenómeno puede iniciarse una reflexión a posteriori de lo más interesante, como ya he apuntado, sobre el tema de los universales y los aprioris, conceptos innatos y demás vacuidades kantianas.

Desde la psicología de Sigmund Freud y Carl Jung se llama la atención a una serie de imágenes, arquetipos (en Jung) o ideas universales que subyacen a la mente humana.

La imagen primaria (urtümliches Bild) que he denominado ‘arquetipo’, siempre es colectiva, es decir, común por lo menos a todos los pueblos o periodos de la historia. Los principales temas mitológicos de todos los tiempos y razas son, probablemente de este orden. Por ejemplo, en lo sueños y fantasías de neuróticos del grupo Negro puro he podido identificar una serie de temas de la mitología griega’

Pero entonces, y aunque sea ir demasiado deprisa, cabría preguntarse por la procedencia de esas imágenes primarias comunes. Al respecto Jung apunta:

La imagen primaria es un depósito de memoria, un engrama, derivado de una condensación de innumerables experiencias similares... la expresión psíquica de una tendencia natural anatómica y fisiológicamente determinada’ (ambas citas de C. G. Jung, Psychologische Typen, Zurich; Rascher Verlag, 1921, p. 598)

Y en torno a este asunto, realizó un comentario especialmente ilustrativo un profesor de nuestra querida facultad hace unos días. Dicho profesor, al ser llamada su atención por parte de un alumno con respecto a los arquetipos de Jung o alguna cuestión de índole semejante, apostilló que creer en semejante cosa significa necesariamente defender una suerte de lamarckismo cabrero, con su ley de la herencia de los caracteres adquiridos. Y tiene razón, claro. Se podría hablar aquí, a su vez, de la pseudoteoría sarcástica-científica de los memes de Richard Dawkins, ese ínclito varón peinado con cortinilla. Pero pese a todo, hay otro planteamiento posible que no presupone esa herencia lamarckiana a priori inaceptable.

Se trata de buscar experiencias comunes en la vida de todo ser humano y estudiar las imprentas que dejan en la psique, y en qué forma permanecen. Rastrear las huellas indelebles impresas en el sistema nervioso a partir de una serie de experiencias traumáticas o etapas influyentes que todo ser humano vive, en todo tiempo y cultura. Hablo de cosas como la experiencia del nacimiento, la concepción del universo del lactante, la envidia de pene/vagina castradora o el complejo de Edipo/Electra.

Durante el nacimiento se produce una copiosa acumulación de sangre, sumada a una agobiante sensación de asfixia que se produce antes de que los pulmones del bebé empiecen a funcionar por si mismos. ¿Puede ser que desde ese terrible momento asociemos inconcientemente el terror con estos síntomas? ¿será esta la clave que nos permita comprender por qué ante un ataque súbito de miedo se producen inevitablemente ansiedad, estrés, congestión de la circulación, detención del aliento e incluso amnesia en casos concretos?, ¿será la respuesta física concreta al terror, en parte (y sólo en parte), reflejo del trauma del nacimiento? Mientras el niño permanece en el útero, su estado es de bienaventuranza estática. El útero es el paraíso de calma infinita, nacer es la expulsión del edén. Y cabe decir aún, cuando el hombre de neandertal entierra a sus muertos en posición fetal, ¿trata de representar un regreso simbólico del cuerpo al útero de la madre Tierra (madre de plantas y animales)? La experiencia del nacimiento es universal y de ella parecen derivarse (o puede parecer que se derivan) una serie de mitos universales. ¿Cuántos mitos existen sobre aguas primordiales, increíbles extensiones de agua increada al principio de la creación? Son casi tantas como civilizaciones sobre la faz de la Tierra.

Y la tierra estaba desordenada y vacía, y las tinieblas estaban sobre la faz del abismo, y el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas.’ (Génesis 1:2)

Después de la experiencia del nacimiento, puede ser interesante explorar la concepción que del mundo tiene el niño lactante. Para el recién nacido, el universo no está gobernado por leyes físicas o lógicas, sino que es un continuum de conciencia, que es tanto físico como psíquico. No distingue su interior del exterior. Su universo es una red de movimientos intencionados que tienden al bien del bebé. Y el bebé encantado, claro. Cuando tiene hambre, la comida aparece en su boca. Cuanto tiene sueño, encuentra su cuerpo sobre un lecho mullido. El bebé es omnipotente en su mundo, señor y demiurgo. Cuando quiere que ocurra algo, generalmente ocurre. ¿Podría ser este el origen de la magia? Pero, ¿y cuando la madre no acude y surge el terror?, ¿se convierte así la madre en la bruja? No estamos hablando de ideas innatas pues, sino adquiridas. La magia, la figura de la bruja, la paz y el terror, las aguas primordiales, serían conceptos mentales adquiridos, pero adquiridos en la más tierna infancia y de manera universal.

De la envidia de pene y el complejo de Edipo habría que decir mucho también. Las teorías freudianas de la envidia de pene y del complejo de Edipo o Electra (su contrapartida femenina) son más o menos conocidas. Según el padre del psicoanálisis y maestro de la sospecha, el niño desea matar al padre para quedarse sólo con la madre, pero tiene miedo al castigo del castrado cuando descubre la ausencia del pene en la niña. El padre entra en el mundo del niño en el papel de ogro malvado, de gigante de cuento. Y sin embargo el efecto que se produce es paradójico. El niño, ante el peligro de la madre tentadora que seduce su imaginación hacia el incesto y el parricidio, opta por rendir culto al padre, por refugiarse en su brazo protector, por idolatrarlo hasta el extremo, ¿hasta el punto de crear al dios padre como extrapolación directa, quizá? ¿Puede ser esta actitud mental de sumisión al padre, sumado al rechazo de la mujer y todos sus encantos y hechizos, el origen del patriarcado y el dios masculino? Personalmente no creo que pueda irse tan lejos en este asunto (y estoy lejos de suscribir todas las hipótesis que estoy planteando), pero la mera posibilidad me parece de lo más interesante.

Y en el último ejemplo se ve ya el germen de una nueva reflexión. Presupongo que nadie en sus cabales defiende la teoría kantiana de las formas de la sensibilidad, los conceptos el entendimiento, las ideas de la razón (mundo, alma, dios, Papá Noel) y demás majaderías semejantes. No hay conceptos innatos universales, ni imperativos, ni categorías ni buena voluntad que valga pero, ¿y conceptos universales grabados en el sistema nervioso producto de experiencias universales? Leer sobre este tema, aun siendo un asunto lejano al ámbito de la filosofía académica estándar, me ha recordado y conducido hacia los aprioris kantianos y no he podido evitar establecer el paralelismo.

Al fin y al cabo, si dichos contenidos psicológicos existen, ¿no son a todos los efectos lo mismo que los aprioris kantianos? Si todos los mitos y cuentos para niños existentes son producto de una base común de raíz milenaria y necesariamente dada, entonces ¿no es eso lo mismo que decir que cosas como el mito de las aguas primordiales, la bruja castradora, la perdida del paraíso original o el padre-ogro gigante son innatos? ¿Dónde estriba la diferencia a la hora de la verdad? Hablando del sistema nervioso uno pierde de vista donde acaba la causa y empieza el efecto. Preguntas ociosas que hacerse un domingo por la tarde cualquiera, amigos.

Pero en este asunto como en tantos otros, prefiero suspender el juicio hasta nueva orden, tras realizar la oportuna reflexión, porque como dijo el ínclito, el maravilloso, el de los dedos vertiginosos, Javier Krahe, “Prefiero caminar con una duda que con un mal axioma”. Ahí queda pues el texto y mi reflexión.

Besos a todos desde la facticidad: a lectores, miembros, profesores que nos leen a escondidas desde sus despachos sumidos en la penumbra, a Manu Chao, a J. G. Roca, a Imma, a Momo y especialmente a mi chica que me estará leyendo desde casa.


Carlos



20 de abril de 2008

viernes, 11 de abril de 2008

Solipsismo

Antes de nada, un aviso a navegantes. Este texto, escrito de manera precipitada y con ninguna premeditación, estaba destinado a ser (ya casi lo era de facto) un simple comentario en el blog de Adolfo, cuyo tema giraba en torno a un par de entradas suyas sobre una serie de consideraciones relacionadas con el lenguaje, el pensamiento y sobretodo, el solipsismo. Y dado que mi respuesta a su última entrada sobre este asunto me estaba quedando demasiado larga, se me ocurrió subirla directamente al Tercer Wittgenstein, por aquello de ampliar el debate (aunque personalmente no creo que haya mucho de lo que hablar, pero me apetecía hacer la reflexión igualmente). Así que, dadas las excepcionales circunstancias en que escribo esta pequeña reflexión, ruego me disculpéis si comienzo con una pequeña introducción para poner en antecedentes sobre lo ya dicho en otros lugares, ajenos o no a la blogosfera.

Adolfo escribió una entrada en su blog llamada ‘Hablar es suponer’ en la cual venía diciendo que todo aquel que hacía uso del lenguaje aceptaba una serie de supuestos, de los que él destacaba dos:

- Aquel que usa el lenguaje admite al hacerlo que hay un mundo exterior al hablante.
- Aquel que usa el lenguaje admite que existe un receptor del mensaje (aunque sea uno mismo).

El problema que le veo al razonamiento es el siguiente. El segundo supuesto me parece a priori indiscutible. Aquel que usa el lenguaje lo usa para comunicarse con alguien, aunque sea con uno mismo. Pero en lo referente al primer supuesto, no estoy tan seguro de su validez. De hecho, creo que es insostenible. Y la prueba de ello es que existe un poderoso contraejemplo: el solipsismo. La wikipedia define el solipsismo como la ‘creencia metafísica de que lo único de lo que podemos estar seguros es de la existencia de nuestra propia mente, y la realidad que aparentemente nos rodea es incognoscible y puede no ser más que parte de los estados mentales del propio yo’. Si se postula la hipótesis de que uno mismo es el único ser cognoscente que existe en universo, la única res cogitans de la creación, entonces se percibe más claramente la inconsistencia de la tesis de que del hecho de usar el lenguaje se siga necesariamente que existe un mundo externo. Puede imaginarse el caso de que sólo exista una sola cosa en el universo (una mente, mi mente), usuaria del lenguaje, que utiliza para hablar consigo misma. Por esta sola razón, que es más que suficiente, el primer supuesto deja de ser efectivo. ¿Y si solamente existe un ente en el universo, pensando (o soñando) todo lo demás, incluido el lenguaje? Sé que la hipótesis es fantasiosa, pero la del genio maligno era aun más chorra y coló.

[En este punto de la argumentación quiero apuntar, con vistas a futuros comentarios a este texto, que es lícito, perfectamente legítimo, postular el solipsismo. Mientras sea una posibilidad lógica, es postulable. Y en tanto la tesis de Adolfo posee pretensiones de universalidad, cualquier contraejemplo por improbable que sea (no, no creo ser el único ente pesante del universo), siempre que sea una premisa lógica, destruye dicha tesis.]

En cuanto a Adolfo, optó por cargarse la base de mi razonamiento, quizá anticipándose a futuros ataques por mi parte o por parte de otros, y en su penúltima entrada de ‘En sentido extramoral’, niega la posibilidad lógica del solipsismo. A mi me disgusta un montón tener que rebajarme al lenguaje de la lógica, además de creer que es una absurdez, porque supone aceptar tantos presupuestos, límites y normas, que a uno le oprimen de tal manera, y le asfixian tanto que no le dejan filosofar como dios manda. Pero ante un razonamiento lógico, a menudo parece que se vea uno obligado a esgrimir otro razonamiento lógico (cuando la intuición sin embargo, pareciera aconsejar lo contrario, pero en fin). La argumentación de Adolfo en la susodicha entrada sobre el solipsismo seguía más o menos esta línea:

Al solipsismo sólo se puede llegar a través del pensamiento (pensamos en el solipsismo). Pensar es usar el lenguaje, en tanto el lenguaje es la condición de posibilidad del pensamiento. Y dado que no hay pensamiento sin lenguaje, y no hay solipsismo sin pensamiento, es necesario que exista lenguaje para que exista siquiera la posibilidad del solipsismo. Y si hay lenguaje, hay mundo externo, y por tanto el solipsismo no puede darse de hecho, salvo como conjetura conceptual. Ese es el razonamiento de Adolfo si es que lo he entendido bien. Pero este razonamiento hace aguas por todas partes, en mi opinión. Algunos errores son más flagrantes que otros, pero en esencia todos invalidan la argumentación. El asunto es algo confuso, espero no equivocarme.

En primer lugar todo el razonamiento es una falacia brutal que parte de una petición de principio inadmisible, que mi hipótesis ya había desmontado previamente, a mi entender. Si se postula el solipsismo, no se presupone el mundo exterior (que en el resto de situaciones se da por hecho, pero no en un ‘universo solipsista’, por llamarlo de alguna forma). Esto es, si postulamos el solipsismo, lo que Adolfo llama una ‘prioridad lógica y psicológica en el uso del lenguaje’ (del hecho del lenguaje se sigue necesariamente que existe un mundo externo) deja de ser tal. Se demuestra que no es tal de manera universal, puesto que existe un contraejemplo. Y una vez nos deshacemos de la carga que supone esa implicación lógica, tenemos que aunque sea necesario que haya lenguaje para que haya solipsismo, de ahí no se sigue que no pueda darse el solipsismo.

No obstante, aunque este argumento no sea suficientemente convincente, hay otros que invalidan igualmente el razonamiento, a mi parecer. Defiende Adolfo que no hay pensamiento sin lenguaje, que el lenguaje es la condición de posibilidad del pensamiento. Esta conclusión, a mi juicio, no se sigue necesariamente. Pueden ser posibles, e incluso concebibles, formas de pensamiento que no requieran del lenguaje para darse. Obviamente no tengo un ejemplo que aportar, dado que mi mente humana piensa, efectivamente, con, gracias y a través del lenguaje. Pero eso no descarta que no puedan existir seres cognoscentes que no necesiten del lenguaje para pensar. Digo yo. Decir que sin lenguaje no hay pensamiento es partir de una definición de pensamiento muy concreta, que se limita a la experiencia humana. Quizá las vacas (o mejor aun, y fuera de bromas, quizá incluso los cetáceos, o las estrellas rojas, yo que sé) tengan una concepción del mundo tremendamente complicada que no podamos ni siquiera imaginar, y que no se basa en nada parecido al lenguaje, o a lo que nosotros solemos llamar ‘pensamiento’, que no significa otra cosa que ‘nuestro pensamiento’, dicho sea de paso.

Y luego esta eso de que no hay solipsismo sin pensamiento, que es otro salto deductivo de magnitud considerable. Quizá la única mente pensante del universo ha imaginado eso que nosotros llamamos ‘pensamiento’, pero que no es más que una mala copia del verdadero proceso mental, inimaginable para nosotros. La definición de pensamiento de la wikipedia es especista (y creo que tautológica, por otro lado). ‘El pensamiento es la actividad y creación de la mente; dícese de todo aquello que es traído a existencia mediante la actividad del intelecto’, dice. Nuestra mente y nuestro intelecto, habría que decir.

Y antes de empezar a desvariar, me detengo. Pretendía defender que el solipsismo es una posibilidad lógica, en contra de lo esgrimido por Adolfo. Y de paso, cargarme un par de intentos de universalización, que es algo que siempre me ha crispado los nervios. No sé hasta que punto mis razonamientos son correctos, pero eso es secundario (al menos para mi), en tanto lo importante de escribir este texto ha sido el ejercicio intelectual de reflexión que he hecho. Y en realidad, ¿que importa todo lo demás, si soy la única mente pensante del universo? Saludos afectuosos a todos los miembros, lectores y participantes habituales.


Carlos

sábado, 5 de abril de 2008

El arte y la democracia lingúística

(Aviso: en esta entrada no digo nada muy nuevo; es más que nada una forma de ordenar mis ideas sobre el tema del arte. La primera parte es la más repetitiva, sobre todo porque muchas cosas las decía ya "votos a favor" en su entrada. Pero ya digo: ha sido un intento de ordenar mis ideas, y me ha salido así. Y ya que las he ordenado, aprovecho y lo cuelgo para aburriros un rato).


Ars longa, vita brevis. “El aprendizaje es largo, la vida breve”. Así dice realmente el adagio latino, en contraposición a lo que se suele pensar; resultaría violento, según lo que me explicaron en mis clases de latín, traducir la sentencia por “el arte es duradero, la vida breve”, pues esta traducción no reflejaría un matiz fundamental que, desde la antigüedad clásica, iba asociado al término arte, y lo reduciría a su acepción moderna. En efecto, con el término arte se designaba todo lo susceptible de ser aprendido – aquello que requería un aprendizaje -, de forma que arte y técnica se tornaban casi inseperables: el artista era también artesano, y debía serlo si quería ser un buen artista. Y, en este sentido, el artesano era también un artista, pues necesitaba aplicar correctamente una técnica que debía dominar.


Tras esta noción, que equipara en alto grado las capacidades técnicas y las artísticas, imagino se encuentran las primeras manifestaciones culturales de lo que posteriormente englobaríamos bajo el rótulo “arte”. Pienso por ejemplo en el utillaje de los primeros homínidos – herramientas, instrumental, vasijas...-, que carecían de intencionalidad artística o estética (eran puramente funcionales), pero que posteriormente se consideraron manifestaciones culturales que evidenciaban el nivel técnico de sus creadores. Incluso sabemos que el desarrollo técnico gestado sobre todo en época del homo faber, en especial el nuevo y fructífero uso de las extremidades superiores y las manos, ayudó sobremanera al proceso de desarrollo cerebral que acabó desembocando en el homo sapiens. Por todo esto, no me extraña que durante mucho tiempo se tuviera en tan alta estima a la técnica (se podrían seguir citando definiciones antropológicas que hacen hincapié en la capacidad técnica y creadora del hombre como característica esencial de nuestra especie), hasta el punto de asociarla al término que, ahora lo sabemos, expresa una de las empresas consideradas como más nobles dentro de nuestros quehaceres: el arte.


Más tarde, como bien explica “votos a favor” en su artículo, el arte fue autonomizándose y desligándose de su identificación técnica. Es entonces cuando se entiende el arte como “bellas artes”, y no sólo como técnica (aunque sigue siendo obvio que un buen artista necesitará conocer bien la técnica que le permita ejercer como tal). A mi modo de ver, se produce entonces una variación clave: hasta entonces, tanto la forma de la obra como el contenido podían tener que ver con la técnica para considerarse arte (primaban, pues, la funcionalidad y la utilidad, orientadas a la mejora de la calidad de vida o a la satisfacción de necesidades); ahora, aunque la forma siguiera requiriendo técnica y aprendizaje, el contenido se entendía como expresión del autor, acercándose a nuestra concepción actual.


Hay que matizar, por supuesto, que las barreras no eran tan nítidas como las he pintado: funcionalidad y forma de expresión se han combinado durante siglos de historia del arte. Penemos, sin ir más lejos, en las catedrales góticas: su funcionalidad estaba en la base de su concepción, como refugio de feligreses o como imagen de la grandeza de Dios y de la ciudad en la que se construían; pero, sin embargo, también expresaban una visión particular de la arquitectura y podían causar los más variopintos sentimientos. También quiero matizar que, incluso cuando el concepto de bellas artes estaba plenamente asentado, había obras en que el arte entendido como expresión personal del autor o expresión interpretada por el observador son mínimos: me refiero a todo el arte que aspira a la “mímesis”. El realismo de un cuadro paisajístico puede ser enorme, pero seguramente esa obra no transmitirá ni más ni menos que lo que transmita el paisaje mismo; es decir, que será brillante formalmente, pero su contenido no trascenderá la técnica utilizada (también es cierto que, desde la invención de la fotografía, el arte como mímesis perdió mucha fuerza).


Hechas estas distinciones, podemos quedarnos con este resumen: bajo el término arte primero se integró la técnica, y poco a poco el contenido expresivo fue eclipsándola (aunque nunca eliminándola) y haciendo que se le supeditara. Además, conforme más peso cobra el contenido y se deshecha la pura funcionalidad práctica, más difícil se torna englobar objetos técnicos en el mismo campo que obras artísticas, y más clara se vuelve la frontera que separa a los artistas de los artesanos. Y como colofón, con los movimientos de vanguardia y del arte por el arte, la funcionalidad del arte se reducirá al goce estético, autonomizándose definitivamente de toda utilidad inmediata y pragmática.


¿Y por qué he soltado toda esta parrafada? Pues porque la otra tarde intentábamos definir qué es el arte, y nos salían palabras como técnica, funcionalidad, expresión... Pero no fuimos capaces de encontrar la que refiriera a su esencia, la que contuviera todos sus significados y aglutinara todo lo que llamamos manifestaciones artísticas. Luego de intentarlo, llegamos a otra discusión, correlato de la primera, sobre la subjetividad como única vara de medir el arte, y en el fondo como único punto de apoyo personal para definir lo que es arte y lo que no. Tras ordenar mis ideas, he llegado a la siguiente clarificación:


a) Por una parte, en toda época tenemos lo que de hecho es el arte. El término arte, en su uso generalizado, remite a ciertas prácticas públicas, objetivas y compartibles, y se aprende dentro de una determinada cultura (dentro de la cual se crea, evoluciona y cobra nuevos significados). Esta es la esfera objetivable del arte, y la que analizan académicos e historiadores. A este nivel pertenece la parrafada que he soltado al principio: para los antigüos, el término arte se refería también a artesanía y técnica; luego, arte fue bellas artes y expresión; y ahora, arte es el todo vale. Y en todas estas acepciones, por cierto, arte es lo que hacían los artistas (y los artesanos en un primer momento, puesto que esa distinción, como he dicho, no era clara), y lo que se plasmaba en las instituciones pertinentes y destacaban los académicos del momento. Por eso, decir la frase “esto no es arte” delante de la famosa mierda de artista es un absurdo y un sinsentido: sí que es arte, queramos o no. Y es arte porque se ha considerado arte en su época y hoy sigue llenando páginas de enciclopedias. Nos guste o no, nosotros no elegimos el significado de las palabras: su uso se nos impone, y es lo que posibilita la comprensión. Y, siguiendo la evolución que el término arte y sus implicaciones han desarrollado, la mierda de artista se inscribe perfectamente en dicha evolución. Decir de una obra que no es arte implica, como bien dijimos la otra tarde, presuponer una definición personal y limitante de arte que en muchas ocasiones no se corresponde con lo que comúnmente se acepta, y que además supone muchos problemas (el criterio seguido, la tradición que inspira nuestra concepción personal, lo que consideramos esencia de lo artístico y por qué...). Por eso, insisto: arte es lo que en cada época se entiende por arte, nos guste o no. Y cada época tiene unos mecanismos y unas causas (históricas, políticas, sociales...) que explican que se considere arte a unas cosas y no a otras.


Para que se me entienda mejor, haré una analogía. Puesto que el problema es en el fondo lingüístico, quiero compararlo con lo que puede suceder en política con la palabra “izquierda”. Durante mucho tiempo, la palabra izquierda hizo referencia a ideologías próximas al comunismo o al anarquismo; hoy día, vemos que constantemente se clasifican como de izquierdas medidas y partidos que poco o nada tienen que ver con aquellas ideologías. Y entonces mucha gente dice “tal partido no es realmente de izquierdas” o “bajar los impuestos no es verdaderamente de izquierdas”, porque tienen en mente el significado tradicional y originario. Pero, ¿tiene esto sentido cuando la mayoría de la gente ha acabado asociando al término izquierda nuevas prácticas políticas advenidas tras cierta evolución histórica? Pues lo mismo ocurre con el arte: que los usos de las palabras se nos imponen desde la mayoría, y no al revés. ¡Democracia lingúística!


Así pues, partiendo de la base del uso generalizado, es un sinsentido mirar un enchufe y decir “esto es arte”; sin embargo, sería lícito decirlo cuando ese enchufe se exponga en el MOMA. ¿Que todo esto es un absurdo? Pues no seré yo quien lo discuta, pero es lo que hay: la situación y el contexto crean los significados, y para cuando el enchufe se exponga en el MOMA, por democracia lingüística habrá que considerlo arte. Por eso todo es arte en potencia. Y por esa misma democracia un uso tan generalizado y aceptado como el de arte como técnica y aprendizaje hoy está prácticamente desaparecido.


b) Por otra parte, en cada época, a nivel individual, tenemos lo que debería ser el arte. Y, como todo debe, la respuesta es personal e intransferible. Cada uno interoriza y aprende la definición generalizada de arte presente en su sociedad, y en sus manos está aceptarla o no. O más que aceptar su definición (insisto en que los significados no se deciden libremente: se nos imponen, y si no nos gustan tendremos o bien que inventarnos otra palabra – algo absurdo, dicho sea de paso – o bien recurrir a otras palabras o bien remarcar acepciones alternativas, etc...), en nuestras manos está el decir “sí” o “no” a la misma. Ante el arte como “todo vale”, no podemos decir “esto no es arte”, pero sí podemos decir “esta concepción del arte no me gusta”, y dar razones de ello. Y esto es lo único que tenemos – que no es poco, por cierto - para rebelarnos contra el arte que no nos gusta. No ya proponer una definición alternativa y subjetiva, porque el lenguaje privado no sirve para nada; pero sí consentir con la visión mayoritaria o criticarla con argumentaciones.


Así que me retracto: no podemos definir el arte como “toda creación que una persona considere arte de acuerdo con su definición de arte”. Esto es lenguaje privado y hace imposible la comprensión, diluye la utilidad del término. Arte es, como dice la frase que alguien citó la otra tarde, “lo que los hombres consideran arte”. Pero no de forma subjetiva: lo que los hombres consideran arte trasciende al individuo y se impone culturalmente por democracia lingúística.



Ahora bien, podemos decir no. Y decir no es siempre decir mucho.



P.D.: Lo sé, eso de la “democracia lingúística” es una cabra muy cutre de concepto inventado. Pero a estas horas mis neuronas no dan para más.


- J a V i -

jueves, 3 de abril de 2008

Acta de reunión del 02-04-2008

La discusión de la última reunión giró en torno al último artículo publicado en el blog y fue, cuánto menos, interesante. Se trató un tema del que parecía que teníamos poco que decir, pero ocurrió todo lo contrario. Con opiniones de lo más dispares se planteó la posibilidad de definir el arte teniendo en cuenta que se desarrolla en un contexto histórico-sociológico determinado, que esta por ello en constante cambio, que lo que hoy consideramos arte, mañana puede no serlo, y que es, parece que sin lugar a dudas, subjetivo.

La primera definición que consideramos fue: "Para una persona concreta, arte es todo aquello que esa persona considere arte de acuerdo con su definición de arte." Pero ante la duda de si una nube es o no arte cuestionamos la necesidad de intencionalidad en el mismo, modificando ligeramente la definición: "Para una persona concreta, arte es todo aquel objeto o conjunto de objetos que esa persona considere arte de acuerdo con su definición de arte, siempre que haya habido intervención humana de algún tipo en ese objeto o conjunto de objetos."

No todos coincidimos en esa definición de arte, pero teniendo en cuenta las condiciones anteriormente nombradas, resulta la mejor de todas las que se plantearon.

De la discusión pasamos al planteamiento de nuevas acciones, cuyas conclusiones serán enviadas a los miembros vía correo electrónico cuando termine de descifrar las notas que tomé.

Propongo que Javi no vuelva a hacer de moderador. Aquello acabó siendo una batalla verbal a pleno pulmón, muy enriquecedora pero increíblemente escandalosa.

Saludos cordiales a los que hacen de la filosofía algo más.

-SiL-