Argumento (Del lat. argumentum). 1. m. Razonamiento que se emplea para probar o demostrar una proposición, o bien para convencer a alguien de aquello que se afirma o se niega
Preámbulo
Hola amigos tercerwittgenstenianos y contertulios habituales. Decir en primer lugar y para situar en contexto, que la idea para el presente texto surgió a raíz de una acalorada conversación de sobremesa con Momo en el césped de nuestra bienamada Facultad. Aunque ambos sosteníamos posiciones parecidas (partimos de presupuestos similares), la discusión se prolongo exageradamente por causa de un punto concreto en el cual no coincidíamos en principio y sobre el cual no logramos llegar a un acuerdo de ninguna de las maneras. Tras meditar sobre ello detenidamente, he llegado a una serie de conclusiones que quisiera exponer aquí para someterlas a consideración. Seré breve y conciso para que podáis pasar a destriparme alegremente lo más rápido posible. Disculpad si mi forma de escribir no es muy ortodoxa.
No recuerdo cómo comenzó exactamente la discusión, aunque si sé que se encaminó enseguida hacia un intento atropellado de responder a la pregunta: ¿es posible la fundamentación, en un sentido amplio? La fundamentación sin más. Como puede esperarse, pronto nos perdimos en una serie de caóticos juicios entorno a los conceptos clave de relativismo, objetividad o universalidad. Todo aquel que me conozca un poco sabrá que para mi, ‘objetivo’ y ‘universal’ son dos palabras que, al ser pronunciadas en mis proximidades, hacen que salte mi alarma personal y que comience a elucubrar formas especialmente crueles o insidiosas de desfundamentación verbal violenta. Comienzo con la abertura clásica: no existen absolutos, ni universales, ni lo objetivo. Inmediatamente soy reprendido por ceñirme a las dicotomías universal/particular, absoluto/relativo, y se me impele a salir de esa asfixiante restricción lógico-ontológica: no existe lo absoluto, olvidémonos simplemente de ello y trabajemos desde ahí. Asombrado por haber sido complacido tan fácilmente, bajo la guardia y dejo descubierta la retaguardia. El ataque principal no se hace esperar y llega, a grosso modo, con la siguiente forma: puede existir fundamentación (v.gr. de una teoría ética) porque existen argumentos que pueden respaldar esa teoría concreta y elevarla por encima de otras cuyos argumentos sean más débiles. Es decir, existen argumentos superiores a otros.
El problema
Pronuncio entonces la sentencia que marcará la trifulca en lo sucesivo: no existen argumentos mejores que otros; todos son igualmente válidos. Y no existen argumentos mejores que otros porque no existe un criterio de corrección al que apelar. Todos los argumentos poseen pues igual validez en vistas a la fundamentación de una teoría cualquiera sobre un tema cualquiera en virtud de su subjetividad.
Encuentro una inmediata y enconada resistencia a asumir mi sentencia. Se me invita a contemplar que defendiendo semejante postura me acerco peligrosamente a planteamientos relativistas, o incluso de la rama dura del escepticismo. Si no hay argumentos mejores que otros, o más o menos válidos según un criterio cualquiera, entonces cualquiera puede defender cualquier cosa sin que exista un criterio por el cual juzgar que argumento es ‘mejor’. Surgen pues una importante cuestión, ¿cabe hablar de argumentos mejores que otros si no existe un criterio de corrección de argumentos? ¿Cuál sería dicho criterio si existiera? Es obvio que en un contexto sociocultural concreto, de un momento histórico concreto, en un juego de lenguaje concreto, etc., existen argumentos que serán considerados más válidos, rigurosos, aceptables, pertinentes, útiles, prácticos o atractivos que otros. Pero quizá ni siquiera esto sea posible. Me veo obligado a negar tal cosa porque, ¿cómo escapar del siguiente círculo vicioso de pura retroalimentación?:
Un argumento en un contexto histórico-lingüístico-sociocultural concreto se considera mejor que otro en virtud de unos criterios subjetivos de corrección propios de dicho contexto <--> Los criterios subjetivos propios de dicho contexto consisten o se sustentan en los argumentos considerados mejores en dicho contexto.
Es decir, apaga y vamonos. Por poner un ejemplo práctico de lo que quiero decir, imaginemos que un individuo A defiende que la ablación* es una valiosa tradición milenaria, integrante vital de un corpus cultural de enorme valor para la humanidad que debe ser protegida en virtud de su condición de tradición o rito. Imaginemos que un sujeto B (yo mismo), defiende que la ablación es una forma de tortura inadmisible apelando a los derechos humanos, a la dignidad de la persona humana o a los mil millones de argumentos que a vosotros, como a mi, os están pasando por la cabeza en estos momentos. El sujeto B tiene las de ganar en un contexto determinado, verbigracia, el nuestro. Y tiene las de ganar porque en este contexto sociocultural existen una serie de valores intersubjetivos, normas, sentimientos morales, etc. forjados por una educación concreta en un contexto histórico-narrativo concreto. El sujeto A es un pez fuera del agua y sus argumentos serán considerados menos válidos (contranaturales, antiintuitivos, lo que se quiera: peores). Cada sujeto defenderá su opinión subjetiva del asunto con los argumentos que considere razonables según su criterio, y como Dios ha muerto (ergo todo vale, dice Dostoievski), y no queda ninguna otra instancia superior a quién apelar, los argumentos del sujeto A serán considerados mejores en un contexto concreto y los de B en otro distinto. Todo dependerá de cuales sean los criterios de corrección de los argumentos en dicho contexto. Creo que hasta aquí nadie se habrá llevado aun las manos a la cabeza.
Pero ahora viene la duda que me atormenta y que resumía en forma de círculo vicioso algo más arriba: ¿cómo podemos considerar un argumento mejor que otro en un contexto dado si los criterios por los cuales juzgamos que un argumento es mejor que otro se sustentan en los argumentos considerados mejores en dicho contexto? Unos se apoyan en los otros y los otros en los unos. Me explico. El sujeto B exclamará alarmado. ¡La ablación es una práctica bárbara que atenta contra el derecho del ser humano a su integridad física, a su dignidad y a no ser discriminado o oprimido en razón de su género! El sujeto A, defensor de la ablación, contestará indignado: ¿pero por qué ese argumento tuyo es mejor que el mío, que apela a la condición de la ablación como tradición cultural? El sujeto A responderá que, obviamente, no hay argumentos que sean a priori** mejor que otros, faltaría más, pero que ha sido educado para respetar los derechos humanos por encima de las tradiciones particulares de cada pueblo y que por eso para él y en su contexto, es razonable decir que su argumento es mejor. Y el sujeto A preguntara entonces: ¿pero eso que acabas de nombrar, eso de que tu argumento es mejor porque has sido educado así en un contexto determinado, no es acaso un argumento en si mismo, que tu contexto histórico y sociocultural considera mejor? El sujeto B (yo mismo), se verá entonces obligado a reconocer que su argumento está basado en criterios compuestos de argumentos y que no puede salir de ese círculo sin recurrir a una instancia superior. Recordemos que en momentos como este autores como Descartes o Adela Cortina se ven obligados a introducir el factor Dios en la ecuación de la fundamentación para no tener que reconocer que todo vale y no hay criterios ulteriores:
“No puede decirse que Dios es el fundamento de la moral, porque la relación de Dios con la moralidad sólo es posible a través de las personas. No puede decirse que la persona es el fundamento de la moral, porque las determinaciones que le constituyen en fundamento están mediadas por Dios. Estos dos intentos de fundamentación serían unilaterales porque sólo tendrían en cuenta una parte del fundamento total, que consiste en la afirmación de que cada persona es valiosa por ser persona, pero la determinación de qué sea persona exige la mediación de Dios.” (Ética mínima, Adela Cortina, 1986, Tecnos, Madrid, p. 260)
Recapitulación
Pero antes de recurrir a una máquina fundamentadora de la moral creada sólo para ese fin, prefiero preguntar al aire a los ínclitos filósofos, pensadores y hombres de letras que frecuentan este blog dejado de la mano de Dios: ¿dónde he errado para llegar a tan abstrusas conclusiones?. Resumo para aclararme yo y para aclarar el sentido del texto:
- Un argumento en un contexto histórico-lingüístico-sociocultural concreto se considera mejor que otro en virtud de unos criterios subjetivos de corrección propios de dicho contexto. Lo que significa ‘mejor’, a su vez, también depende de criterios intersubjetivos contextuales.
- Los criterios subjetivos propios de dicho contexto consisten o se sustentan en los argumentos considerados ‘mejores’ en dicho contexto.
- He aquí lo que yo llamo la Paradoja del Mejor Argumento que a la larga no es más que un vulgar regreso al infinito: “la ablación es inaceptable porque mi argumento es mejor que el tuyo en este contexto concreto debido a la intersubjetividad forjada por la educación sociocultural, muchacho” --> “¡pero decir que tu argumento es mejor que el mio en este contexto concreto debido a la intersubjetividad forjada por la educación sociocultural es un argumento válido en este contexto concreto debido a la intersubjetividad forjada por la educación sociocultural, pájaro!” --> y así ad infinitum.
Y como me encuentro en un atolladero intelectual, he decidido expresar mi problema filosófico por escrito y colgarlo en el Tercer Wittgenstein para que las cabezas pensantes del blog resuelvan mi duda. Que para eso está el susodicho blog, leches. Las conclusiones que se derivan de mi planteamiento son menos extremistas de lo que parecen. Lo único que se sigue de mi razonamiento es que aunque yo esté en contra de la ablación, no puedo argumentar que la ablación es mala objetivamente. Lo más que puedo decir es que es mala para mí, o en mi contexto, o según mis argumentos, o de acuerdo con mis intuiciones o sentimientos morales. No puedo recurrir a instancias superiores para encontrar la verdad objetiva ni puedo recurrir a argumentos intersubjetivos porque son tan subjetivos como mi propia opinión. Y joder, estoy en contra de la ablación pero, ¿qué derecho tengo yo a decirle a otro que la ablación es 'mala'? ¿El derecho que yo mismo me autoadjudico por la autoridad que yo mismo me confiero o me confiere mi comunidad cultural? Pues vaya cabra.
Estoy seguro de que mi problema no es problema, que puede ser facilmente disuelto planteándolo en otros términos o mediante algun método semejante. Pero yo personalmente no paso de ahí. Deseando que se cree un debate productivo me despido. Un abrazo a los miembros, lectores y participantes habituales y sobretodo a Momo que motivó esta entrada y a la que ruego que me desfundamente sin excesiva violencia y que me perdone si he incurrido en algun tipo de error al describir el contexto en que se dio este problema.
Carlos
* ‘La ablación de clítoris, mutilación genital femenina o circuncisión femenina es la ablación o eliminación de tejido de cualquier parte del los genitales femeninos por razones culturales, religiosas o cualquier otras no médicas’, de Enciclopedia en línea Wikipedia.
** Si, es una expresión kantiana, pero espero que todos entendáis que trato de hacer inteligible mi discurso con expresiones que todos podamos entender por formar parte del juego de lenguaje donde estamos inscritos.