domingo, 9 de marzo de 2008

La ficción de Disney

Escribo esta entrada desde el desencanto; desde un desencanto creador e inspirador. Este sentimiento no es algo nuevo en mí, sino que me ha acompañado desde hace algunos años. No obstante, ha sido en estos últimos meses cuando se ha hecho más patente que nunca. ¿Y de qué estoy desencantada? De la abominable forma occidental de entender las relaciones personales, sobre todo las afectivas, y la concomitante lógica bivalente que convierte la interacción en algo binario: todo o nada. ¡Maldito mundo dicotómico!

Mas estoy alegre, pues sé que aún hay gente capaz de ver más allá de los esquemas tradicionales. Sé que, efectivamente, hay personas que pueden estar juntas sin estar revueltas; que es posible una relación sin subordinación ni posesión. Lo sé porque lo he visto y lo he vivido. Y es un alivio.

Otra de mis alegrías ha venido de la mano de un polémico autor en el que me voy a apoyar para hacer más comprensible mi postura. Se trata de Michel Onfray, un hedonista nietzscheano postcristiano bastante exaltado y muy especial para mí (aprovecho aquí para darle gracias a la persona que me regaló el primer libro suyo).

Recientemente he comprado su última obra: La fuerza de existir. Manifiesto hedonista. Y, aunque aún no he acabado de leerla, ya he quedado fascinada tanto por la ética como por la erótica que en ella se exponen. En la tercera parte del libro, "Una erótica solar", encuentro un segundo apartado dentro del punto "La libido libertaria", llamado "La máquina célibe" donde se ilustra claramente el declive de las relaciones tradicionales:

"Nada, todo, nada define el modelo dominante: viven separados, no se conocen, se encuentran, se dejan llevar por la naturaleza de la relación, el otro se vuelve todo, indispensable, la medida de su ser, la dimensión de su pensamiento y su existencia, el sentido de su vida, el compañero en todo hasta en el mínimo detalle, hasta que -cuando la entropía empieza a producir sus efectos- se vuelve el inoportuno, el que molesta, el cargante, el fastidioso, aquel que exaspera y termina por convertirse en el tercero del que hay que deshacerse antes que, divorcio de por medio -y la violencia que a menudo lo acompaña-, vuelva a ser nada, una nada a veces multiplicada por un poquito de odio..." (Michael Onfray, La fuerza de existir. Manifiesto hedonista, p. 130, Barcelona, Editorial Anagrama, 2008)

¿Familiar? Para mí sí. ¿Solución? Un eros liviano que "conduce a través de la pulsión de vida, busca el movimiento, el cambio, el nomadismo, la acción, el desplazamiento y la iniciativa" (Ibid., p. 128) construido mediante la superación de las ficciones sociales: "el deseo como falta; el placer asociado a colmar esa supuesta falta a través de la pareja fusionada; la familia apartada de su necesidad natural y transformada en solución de la libido considerada como problema; la promoción de la pareja monógama, fiel, que comparte el mismo hogar cada día; el sacrificio de las mujeres y de lo femenino en ellas; y los niños convertidos en verdad ontológica del amor de sus padres." (Ibid, p. 127).

No puedo sino maravillarme ante semejante muestra de lucidez y ensalce de la vida. El rechazo a lo estático, la inclinación por el movimiento y la supresión de cualquier esquema encorsetador, siempre han estado a la base de mi concepción de las relaciones interpersonales. La monogamia y la fidelidad quedan contrapuestas a la pasión y al ansia de aventuras característicamente humanas. Nada es ni puede ser perfecto: no tiene sentido plantearse nada más allá del disfrute del presente. Se abre, así, un nuevo horizonte: el horizonte de lo auténtico. Un nuevo lugar donde lo que acontece siempre está mediado por el querer. Un pacto en el que no tiene cabida el sufrimiento: tan sólo la eterna persecución del placer. Para Onfray, el pacto erótico: "¿Su contenido? A elección y discreción de las personas que lo establecen: un juego tierno, una perspectiva erótica, lúdica, una combinatoria amorosa, un arreglo destinado a durar, un compromiso de una noche o de una vida, cada vez una relación a medida." (Ibid, p. 136)

Las posibilidades de disfrute son inmensas, determinadas infinitamente por el contrato hedonista. Plantear y replantear todas nuestras relaciones en clave dinámica y epicúrea puede ser uno de los mayores aciertos que el desencanto ha motivado jamás. Sabernos demasiado complejos como para solucionar nuestras angustias existenciales y carnales encontrando una mitad platónica que encaje perfectamente con nuestra alma -nuestro cuerpo- mutilado, puede liberarnos de una desesperante y frustrante búsqueda sin fin. Son demasiados los presupuestos en torno a los cuales construimos nuestro mundo. Desgraciadamente, el placer no suele figurar entre ellos. ¡¿Por qué?! ¿Tanto daño ha hecho Platón? ¿Tanto Kant? ¡Maldita tradición represora de pulsiones! ¡Malditos aquellos que niegan el cuerpo y se entregan a las ideas! ¡Malditos quienes buscan fuera de lo real, en su propia tumba! Y, sobre todo, ¡malditos aquellos que quieren enterrarnos en vida!

Propongo la negación de lo fijo, del esquema, de lo presupuesto. Apuesto por el goce de las posibilidades que nos brinda el presente, pues en lo real e inmanente está la verdadera felicidad. Apuesto también, con todas mis fuerzas, por una profunda y demoledora reflexión que nos reconstruya a nosotros mismos y desemboque en la más nietzscheana de las transvaloraciones.

Y lucho, finalmente, en contra de Blancanieves, Cenicienta, la Bella Durmiente, y sus fantásticos príncipes; la Bella y la Bestia, la Dama y el Vagabundo y, ya de paso, Barbie y Ken.

Así, pues: ¡que seáis felices y comáis perdices!

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10 comentarios:

Momo dijo...

More, me encanta que hayas sacado este tema y más citando a Michel Onfray. Gigi Cicerone me regaló su “Antimanual de filosofía” (Editorial EDAF, Madrid, 2005) y disfruté leyéndolo…creo que es una receta necesaria contra los manuales convencionales de filosofía que se estudian en bachiller. Así que te tomo la palabra y apunto este título en la larga lista de libros que me apetece leer.
Ahora no puedo pero a ver si más adelante comento algo del contenido de tu aportación, porque tratas una cuestión que está viva en el día a día de nuestras relaciones personales (y en esto resulta asquerosamente complicado deshacerse de las formas preestablecidas).

Un saludo/ Besos… ¡no sé lo que establece aquí el protocolo! ;)

Adolfo dijo...

"Pero aun siendo huérfana, tiene muchos amigos y
nunca se siente sola. Todos los días sus amigos vienen a verla, a traerla comida y a hablar con ella. Vienen a
hablar con ella por una sencilla razón: Momo sabe escuchar, sabe decir lo que piensa sin decir una sola
palabra.
Cada día, Momo juega con sus amigos, cada día inventan nuevos juegos, cada día, es distinto. Y lo mejor de
todo es que no se aburren. Y en caso de que pueda existir una sola gota de aburrimiento, Gigi [Cicerone] − uno de los dos
mejores amigos de Momo − se inventa una de sus fantásticas historias. Como Gigi nunca repite una de sus
historias, siempre crea un gran revuelo y es escuchado atentamente por todos los oyentes."

Te he pillado Momo, ya se quien eres ;)

- SiL - dijo...

Alguien mas cree que Adolfo va de listo?!

- SiL - dijo...

Maldigamos todos el mundo, como solemos hacer, al menos yo, sobre todo cuando voy en bus.

Y mi posición es clara en este y otros muchos asuntos de corte similar: Vive y deja vivir. La monogamia para quien la quiera, y la poligamia también, aunque tan idealista es el amor del que nos habla Platón con el que nos hablas tu, por mas real, cercano y mejor que pueda parecerte el segundo, para mi son los dos igual de utópicos, porque las relaciones humanas no se simplifican ni queriendo, porque simplificarlas ya es complicarse.

Lo que no podemos pretender, por muy idealistas que seamos, por mucho que creamos en el amor, es que es realmente para siempre, que puede que si, pero cuántas probabilidades hay de que la persona de la que te enamoraste tal y como era en las circunstancias en las que surgió el amor, permanezca inalterable en el tiempo igual que tu, estáticos ambos en ese momento de flotación y simbiosis llamado enamoramiento? Las personas estamos en constante cambio, y es maravilloso, porque nuestras necesidades, nuestros gustos, nuestros intereses evolucionan, tan simple como eso.
Pueden contestarme aquí que del enamoramiento se pasa al amor, que es un estado mejorado del primero, que todo es maravilloso cuando encuentras esa persona con la que quieres compartir tus días y tus noches, que es increíble despertarte y verla y sentirla siempre cerca por muy lejos que este, que el sentimiento te invade y desprendes amor por cada poro de tu piel y a mi me parece tan de puta madre que ni siquiera me atrevo a decir que no sea verdad, pero con este párrafo mega maravilloso y poético a lo que voy es a la necesidad de abrir los ojos a un mundo diferente al que conocemos, a renunciar, si queremos, a la búsqueda de ese andrógino que perdimos, a la reafirmación en uno mismo y su individualidad, a lo bonito que es todo en general, solos o acompañados.

Sea como sea yo no firmo ni por el amor platónico ni por el hedonismo, porque las personas cambian, y en el cambio es genial, y lo mismo hoy aborrezco el amor, que mañana conozco un príncipe azul.

Pd: A mi me gustaba Aladin!!

Besos hedónico-platónicos!

Irrelevante dijo...

Todo lo dicho me parece completamente intuitivo, razonable y de sentido común, la verdad. De hecho no veo nada revelador en las palabras de Michel Onfray (para mi), excepto quizá la forma de la exposición, que es sin duda muy dinámica, muy agradable y clarificante. Como dije en su momento -creo- sólo a un católico(o a una paloma) podrían parecerle estas palabras equivocadas o motivo de escándalo.

Y como también dije ayer -creo- reflexión, dialógica y casuística son a mi parecer las armas adecuadas para tratar los dilemas que puedan surgir en el ámbito de la relaciones personales.

Estando bastante de acuerdo con el contenido (eros liviano, pacto erótico y demás terminología a parte) no me queda mas que decir: buen texto. Bien expuesto y bien estructurado (a mi gusto). Me ha gustado personalmente y su lectura desembocó en una edificante conversación con mi novia sobre estos temas. Gracias y..

...besos!


PD: A mi, la Dama y el Vagabundo. Algún día tendré un Schnauzer gigante que se llamara bien Golfo, bien Diógenes.

Hermeneutizado por la via gadameriana dijo...

Hola More, me parece muy reflexivo tu texto y ya sabes que me encanta como escribes. Ya que has parecido muy sincera, también lo seré yo.
He de decir que siempre he sentido una cierta envidia por los católicos. Esa mezcla de inocencia, ingenuidad y tranquilidad ante el devenir siempre me han parecido entrañables muy tentadoras.
Realmente no estoy de acuerdo en un principio con tus ideas, creo que todos somos victimas de nuestro entorno. ¿Nunca te has planteado hasta qué punto la promiscuidad afecta a nuestra capacidad para enamorarnos? Creo que el amor, su parte cultural, no es más que admiración por el otro y conforme vamos viviendo y conociendo a otras personas, mas nos cuesta diferenciar unas de otras y por lo tanto, más nos cuesta admirarlas porque en el fondo somos todos un poco iguales; pero por otro lado creo que es lo que nos hace mas maduros y autoconscientes de nuestra propia situación:
Estamos educados de la misma forma, hemos visto los mismos programas en la televisión, nos hemos relacionado cada vez menos unos con otros. Qué es lo que nos hace diferentes?
Yo no busco el “superhombre”, busco la “supermujer” que sepa diferenciar compartir su vida conmigo de ser cada uno la vida del otro, que me deje embobado cada vez que abra la boca y que me mate de un ataque al corazón echándome el polvo mas salvaje y sudoroso que haya existido en la historia. Habrá que salir a buscarla, no? (XD) Besos

Irrelevante dijo...

Reconozco que la sutil retórica del Hermenutizado siempre consigue excitarme.

Besos desde el faktum

- SiL - dijo...

Si, irrelevante, todo lo que crees que dijiste ayer, lo dijiste ayer.

Y yo también creo que un mínimo de admiración siempre es necesario, pero no sólo para las relaciones amorosas (por llamarlas de alguna forma) sino para cualquier tipo de relación, sobre todo si somos nosotros los que la elegimos. Pero no creo que el amor sea sencillamente reducible a la admiración.

Frase para la posteridad dicha ayer: “Yo quiero que formes parte de mi vida, pero no que seas mi vida.”

Besos hermenéuticos!

more_ dijo...

En primer lugar:

Querida - Sil -,

Ya que llevas unos cuantos días diciéndome eso de "¡aún no me has contestado!", creo que ya va siendo hora de hacerlo. Intentaré explicar unas cuantas cosas que creo que no han quedado del todo claras.


Respecto a que "las relaciones humanas no se simplifican ni queriendo, porque simplificarlas ya es complicarse", estoy totalmente de acuerdo. Para mí el problema surge cuando se le intenta poner nombre a una relación; cuando se le pone una etiqueta para meterla en nuestras categorías mentales y poder manejarnos con ella de forma más simple. Ésto no es auténtico: es una relación mutilada, en la que hemos diseccionado voluntaria e indiscriminadamente sus elementos, tan sólo para hacernos la vida más fácil... o tener la ilusión de que así es más fácil.

Cuando se presuponen ciertas cosas, cuando hay expectativas infundadas y cuando estas no se corresponden con lo que está ocurriendo, comienzan los problemas. ¿Y cuándo se puede tener una expectativa fundada? Cuando responde a la realidad; siendo su base no un presupuesto, sino la experiencia. Atender al otro -u otros- y establecer el diálogo como método de construcción es lo que realmente puede hacer de cada relación algo verdadero, querido y deseado.

No se trata, tampoco, de que el hedonismo sólo permita relaciones efímeras, donde el disfrute y la lujuria acaben con toda construcción posible. Como ya dije antes, se trata de "cada vez una relación a medida", en la que, por supuesto, tienen cabida "un compromiso de una noche o de una vida". No comprendo por qué si, finalmente, quisieras un compromiso de por vida, habrías de recurrir al platonismo; así como tampoco comprendo por qué tachas esta erótica de utópica.

Como ya dije, no creo que se me pueda acusar de simplificar. Todo lo contrario. Creía que había sido lo suficientemente clara con sentencias como "El rechazo a lo estático, la inclinación por el movimiento y la supresión de cualquier esquema encorsetador, siempre han estado a la base de mi concepción de las relaciones interpersonales" o "Sabernos demasiado complejos como para solucionar nuestras angustias existenciales y carnales encontrando una mitad platónica que encaje perfectamente con nuestra alma -nuestro cuerpo- mutilado, puede liberarnos de una desesperante y frustrante búsqueda sin fin."

Por lo tanto, visto que el hedonismo ni simplifica ni encorseta... ¡ya no tienes motivos para no venirte al Jardín de Epicuro!


En segundo lugar:

Querido Irrelevante,

Me alegro mucho de que te haya gustado el texto, pero de lo que más me alegro es que de haya servido como motivo de conversación con tu novia y que haya dado buenos frutos.

Como ya dije ayer, no pretendo que todo el mundo sea polígamo, ni acabar con las relaciones de toda una vida: tan sólo quiero incitar a la reflexión; que todo el mundo sea consciente de lo que presupone cuando se embarca en una relación y que no necesariamente ha de ser así. A ti te parecerá que lo expuesto es intuitivo y de sentido común, pero a mí me parece todo lo contrario, a juzgar por las relaciones que he tenido ocasión de conocer en mi vida.


Y, en tercer y último lugar, pero no por ello menos importante:

Querido Hermeneutizado por la vía gadameriana,

No acabo de ver claro por qué no estás de acuerdo con mis ideas. Me gustaría que me explicaras ese punto un poco más extensamente.

Ciertamente, he reflexionado sobre la relación entre promiscuidad y enamoramiento, pero no lo veo claro. Más que nada porque no sé muy bien cómo definir el enamoramiento (de hecho, yo no he hablado hasta ahora de amor) y no quiero ponerme en términos biológicos (pues éstos son desde los cuales podría dar la más satisfactoria de las explicaciones, a mi juicio) porque luego me llamáis fan de Punset, cientificista, y cosas de esas feas...

De cualquier modo, la promiscuidad no tiene por qué ser algo perjudicial para las relaciones amorosas, sino que puede ser un elemento enriquecedor. Personalmente, creo que cuando una relación se basa en la persecución del placer de sus miembros, la promiscuidad -el innegable deseo eventual de otras personas ajenas a la relación- no es algo oscuro y despreciable, sino que es una magnífica fuente de gozo y liberación, integrable perfectamente en la relación.

Por otra parte, he de decir que me parece admirable tu búsqueda de la Supermujer; ¡al igual que me parecería admirable dicha fémina! Y coincido con -Sil- en que la frase "Yo quiero que formes parte de mi vida, pero no que seas mi vida" es de lo mejor que he oído en mucho tiempo.

¡Besos lingüistizables para todos!

PD: Querido Adolfo, ¡sigo esperando esa prometida crítica demoledora!

more_ dijo...

Porque los cristianos también se preocupan por el placer...

¿Qué nos pasa con el placer en la experiencia cristiana?

Y yo me pregunto: ¿es realmente reconciliable el placer con las doctrinas católicas?