lunes, 25 de febrero de 2008

¿Libertad o libertinaje de cátedra?

Bueno, con la ventaja de que en entradas anteriores ya se han citado fuentes oficiales que hacen referencia a la libertad de cátedra, y se ha hecho mención a lo que origina este debate, yo voy a limitarme a opinar, libremente, sobre este supuesto libertinaje.

Todos sabemos a santo de que, y nunca mejor dicho lo de santo, viene toda esta preocupación por el alcance, y la aparente ausencia de límites, de la libertad de cátedra. La asignatura de Bioética, y más concretamente el libro de Javier Gafo, “10 palabras clave en bioética” parece habernos herido en nuestra sensibilidad, no ya por sus comentarios que van desde homófobos a intolerantes, con pinceladas de conservadurismo insultante en pleno siglo XXI, sino por lo que para muchos a supuesto leerlo.

Tal y como recoge nuestra muy apreciada wikipedia, la libertad de cátedra es el derecho a ejercer la docencia, en el ámbito de la Educación Superior, con absoluta libertad. Hasta ahí todo correcto, pero algo empieza a oler a podrido en nuestra facultad cuando nos topamos con párrafos que parecen aguijones, como el ya citado en la entrada SIDA, moral y promiscuidad.

La enseñanza no es imparcial, ni lo es, ni lo ha sido, ni espero que lo sea nunca. Cada maestrillo tiene su librillo, su opinión y su forma de expresarla, y a mí me parece perfecto, tanto la de unos como la de otros, porque una de las cosas que me parece más enriquecedora de la universidad es la disparidad de opiniones respecto a cualquier tema, siempre que las expresiones de las mismas se hagan desde el respeto. No digo ya que tengan que apelar a fuentes fiables, a la ciencia, o a Dios para poder expresarse, se puede defender la cuadratura del círculo si a uno le place, siempre que pueda argumentar, aunque sea falazmente, y que sea crítico incluso para aceptar las criticas.

Pero a mí me surge un problema: Estamos en la universidad, aunque a veces no lo parezca, y se supone que somos personas maduras con capacidad crítica suficiente para diferenciar aquellas opiniones que compartimos y las que no. Pero si partimos de un supuesto, en mi opinión, falso, vamos listos.

Muchos de los estudiantes que entran en primero de filosofía (almas de cántaro) lo más que tienen son algunas nociones de los cuatro filósofos que su profesor de bachillerato les ha hecho estudiar para pasar de curso y aprobar el selectivo, los más aventajados puede que ya hayan tenido un contacto más directo con esta filosofía en “estado puro” que tantos quebraderos de cabeza nos regala, pero aún así, una persona que entra en esta carrera después de haber pasado por ese sistema educativo tan chulo que tenemos no tiene unas bases tales como para poder, primero, desenterrar el argumento oculto entre trufas, y luego, poder juzgarlo. No dejamos de ser recipientes más bien vacíos, con una forma y capacidad, algunos con embudo y otros sin el, esperando ser llenados, y si esto es así no puede consentirse que un tema tan amplio como es la bioética se enfoque con especial interés desde un punto muy particular, en mayor o menor medida compartido, dejando completamente de lado otras opiniones no menos válidas.

No podemos impedir a un profesor defender y difundir sus creencias, independientemente de que sean religiosas o no, basamos nuestra vida en nuestras creencias y no podemos ni debemos dejarlas de lado. Pero tampoco debe, en mi opinión, consentirse a ningún docente de ningún centro, sea catedrático o no, ocultar una forma de ver el mundo en general y su materia en particular, a favor de la suya propia.

Bueno, yo no quería extenderme, porque lo bueno si breve, ya se sabe, es más breve. Lo peor de actualizar después de algunos miembros sobre la libertad de cátedra es que queda poco nuevo que decir, y lo mejor es que proporcionan un punto de partida interesante.

Así son las cosas, desde mi punto de vista, y así se las he contado, como buenamente he podido.

-SiL-

domingo, 24 de febrero de 2008

Más sobre la libertad de cátedra

Escribo estas líneas inspirado en la conversación que, el pasado jueves, tuvimos en el bar madonna sobre la libertad de cátedra. Voy a partir de ahí para explicar mi visión sobre el tema, pero quien no estuviera presente puede leerme a la perfección, porque iré contando lo que se dijo.
El tema inicial era lo ocurrido en las clases de bioética de la facultad de filosofía de Valencia. El profesor que imparte la materia, explico para quien no lo sepa, manda una serie de libros para optar a nota; libros de inspiración religiosa, donde se defienden perlas como que el aborto es una aberración o que el sida es una consecuencia del desorden moral de la socidad (junto a todos los tópicos y opiniones defendidas por el ala ultra de la Iglesia Católica). Pues bien, a partir de aquí surge la pregunta: ¿Puede un docente, amparándose en la manida libertad de cátedra, defender y difundir sus creencias desde su puesto de funcionario público?
Lo primero que tengo que decir es que sí puede. Otra cosa es que deba, pero por poder, puede. Como explicó Adolfo en el anterior post, los límites de la libertad de cátedra están en la constitución y, por extensión, en el código penal: toda opinión o acto que no suponga un delito, ni es ilegal ni punible. ¿Y es esto – por decirlo con nuestros archienemigos – éticamente correcto?
La otra tarde se dijo sobre todo que no. Veamos una por una las posiciones que se defendieron:

1) Se dijo que la religión no es filosofía, y que tras años de progreso por fin se consiguió separar el amor a la sabiduría de su contrario dogmático e irracional: la religión. Por eso, lo consecuente es expulsar toda forma de religión del ámbito de la filosofía: sería volver a confundir y mezclar disciplinas distintas basadas en objetos muy distintos.
Pues bien, que la religión no es filosofía es obvio; pero tampoco lo es la ciencia, o la historia, o la lingüística... Pero si algo tiene de característico la filosofía es su capacidad para sobrevolar todas las disciplinas y, aunque sea desde fuera, pensarlas. La filosofía es – o debería ser – interdisciplinar. Aplicar esta suerte de metodología positivista en la separación radical y taxativa de materias sólo favorece la especialización: si la filosofía es amor a la sabiduría, necesitaremos antes una sabiduría sobre la que reflexionar, ¿no?
Lo que pasa es que, si creo interpretar bien el argumento, lo que en realidad se quiso defender no fue una separación de materias y ámbitos para definir qué es filosofía y qué no; en realidad se cargaron las tintas contra la religión, contra esa metafísica absurda y antifilosófica basada en el irracionalismo y la mentira. Lo que se defendió fue una filosofía realista, terrenal, inmanente, que desprecie lo sobrehumano por desconocido y que no hable de lo que no se puede hablar. Opción que, dicho sea de paso, me parece muy respetable y valiosa: pero no perdamos de vista que es sólo una visión. Decir que, para nosotros, la filosofía debería ser eso no significa que de hecho lo sea. Que la religión (o la metafísica) deberían expulsarse de la reflexión filosófica es una tesis nada despreciable, pero lo cierto es que la religión ha estado y está presente en gran parte de escritos y autores filosóficos, por lo que, a mi modo de ver, no tenerla en cuenta sería vedarnos una parcela de realidad. Hay que conocer al “enemigo”, sobre todo si ese “enemigo” sigue siendo tan importante.
Por otra parte, pienso que aunque no se deba filosofar desde la religión, sí hay que hacerlo sobre la religión: nada de lo humano debería ser ajeno a la filosofía.

2) Otro argumento en contra de mandar ese tipo de libros en una asignatura fue el de que el campo de las creencias es privado, y extrapolarlo a una función pública como la educación es sobrepasar el ámbito que le corresponde.
Pero... ¿Es realmente privado el ámbito de las creencias? ¿Puede un profesor – o un médico, bombero, policía, panadero... - desasirse de su cosmovisión a la hora de desempeñar su deber público y cívico, como si el ámbito de lo civil fuera objetivable y desinteresado? Porque creencias hay de muchos tipos, no sólo religiosas. Vivimos a base de creencias, y en ellas fundamos nuestro modo de ver el mundo (igual esta tesis es demasiado extensa para defenderla en un párrafo, pero creo que se me puede entender). Renunciar a ello implica dos cosas: dejar de ser autónomos, y aceptar que de puertas para adentro tenemos que vivir de una forma y de cara al público de otra; y esto, a parte de ser una hipocresía, es contraproducente: sólo crea probos ciudadanos cortados por el mismo patrón: el de la homogeneidad interesada. Yo, como persona adulta y relativamente autónoma, me siento lo suficientemente preparado para enfrentarme a ese tipo de opiniones sin que se me adoctrine. Además, el simple hecho de elegir el temario de una asignatura – de cualquiera: los autores que se dan y los que no, las teorías que se explican... - ya responde a un interés subjetivo y personal. No hay objetividad. Y si la hay, sólo es una subjetividad disfrazada.

3) Por otra parte, se dijo que los dogmas religiosos – como en los que se basan las opiniones del libro “10 palabras clave en bioética” - no están argumentados y racionalmente explicados, por lo que no son filosóficos (y no tienen cabida en una facultad de filosofía).
Lo que se deduce de esto es que todo lo que no esté racionalmente argumentado no es filosofía. Pero, ¿es esto cierto? ¿Lo irracional es antifilosófico? ¿Y Nietzsche? ¿Y Unamuno? ¿Y Sartre? Hay muchos autores que defienden que la razón se construye sobre un fondo irracional, lo que hace la filosofía es intentar racionalizarlo con el lenguaje. Pero es que, para empezar, el paradigma razón/sentimiento es absurdo: no pensamos sin sentir ni sentimos sin pensar. Un argumento basado en un sentimiento (y la fe es un sentimiento) sigue siendo un argumento: otra cosa es que nos convenza o no. Más aún: aceptemos que no es argumento en sentido estricto; lo cierto es que el hecho de que se publiquen ese tipo de opiniones, e incluso de que pasen por filosóficas, es indicador de una tendencia con cierto peso social. Y yo insisto: la filosofía no debe ser ajena a esos hechos, y tendrá que pensar el por qué de que eso sea así. Se me podrá objetar que decir que la filosofía es todo equivale a decir que no es nada; pero no digo que sea todo: digo que no puede ser ajena a nada.
Bueno, pues se dijeron más cosas y se sacaron más temas. Pero por hoy me he cansado de escribir, que es el día del señor.

P.D.: Soy consciente de que tras estas reflexiones de andar por casa está mi visión particular de qué es la filosofía, y de que analizo el tema desde mi propia concepción y valores. Puede que algunos razonamientos hayan quedado cojos por no explicar más extensamente mi visión de las cosas, pero como me he dado cuenta de eso después de escribirlo y releerlo, lo dejaremos como tema pendiente.

- J a V i -

viernes, 22 de febrero de 2008

Libertad de cátedra y libertad académica

La constitución española reconoce el derecho a la libertad de cátedra en su artículo 20.1 c) y la ley orgánica de universidades, en su artículo 33 lo dota de contenido de la siguiente forma:

  • La docencia es un derecho y un deber de los profesores de las universidades que ejercerán con libertad de cátedra, sin más límites que los establecidos en la constitución y en las leyes y los derivados de la organización de las enseñanzas en las universidades.
Esta última parte tiene su importancia, pues de algún modo pone en contacto esa libertad con las instituciones académicas. Podemos ver como algunas de estas han entendido el derecho a libertad de cátedra viendo lo que dicen en sus estatutos. Así por ejemplo, la Universidad de León dice en el artículo 2 de sus estatutos que la libertad de cátedra
  • "se manifiesta en el ejercicio del derecho de su profesorado a expresar libremente, en el desarrollo de su actividad docente, sus ideas y convicciones científicas, técnicas, culturales y artísticas."
y la Universidad de Oviedo en su artículo 115 establece que la libertad de cátedra se entiende como
  • "libertad de elección del planteamiento teórico y del método, sin más límites que los establecidos en la Constitución y en las leyes y los derivados de la organización de las enseñanzas de la universidad."
La Universitat de València en su artículo 7.2 garantiza la libertad académica, entendida como libertad de cátedra, de investigación y de estudio. Por otro lado, en el artículo 26.l) establece como competencias del consejo de departamento
  • "Supervisar, con el respeto debido a la libertad de cátedra, que los programas de las enseñanzas impartidas por el departamento se adecuen a lo establecido en los respectivos planes de estudios"
Así pues, podemos ver que la libertad de cátedra encuentra actualmente uno de sus principales límites en las necesidades organizativas de las universidades. Es decir, que la libertad de cátedra no se puede entender ya desde el paradigma maximalista, que sería algo así como que cada profesor puede hacer lo que le venga en gana con respecto a programas, contenidos y metodología.

Por otro lado, la wikipedia recoge la siguiente definición de la libertad académica:

"La libertad de enseñar y debatir sin verse limitado por doctrinas instituidas, la libertad de llevar a cabo investigaciones y difundir y publicar los resultados de las mismas, la libertad de expresar libremente su opinión sobre la institución o el sistema en que trabaja, la libertad ante la censura institucional y la libertad de participar en órganos profesionales u organizaciones académicas representativas. Todo el personal docente de la enseñanza superior debe poder ejercer sus funciones sin sufrir discriminación alguna y sin temor a represión por parte del Estado o de cualquier otra instancia"

Y añade unas pinceladas acerca de la historia de este derecho diciendo que es uno de los derechos en que se fundamenta el desarrollo de la autonomía de las universidades.

A la británica diré que se considera que históricamente el derecho a la libertad académica (que incluye a la libertad de cátedra) ha sido un instrumento para luchar contra la imposición estatal o religiosa de doctrinas en las instituciones docentes, y que por tanto, es un derecho del particular (el profesor y/o el alumno) frente al estado, y es en ese contexto en el que se fragua el concepto maximalista de la libertad de cátedra, que hoy en día no tendría sentido seguir manteniendo.

Se supone que la libertad de cátedra es un derecho que ha de contribuir al beneficio del alumno y ser condición de posibilidad de su derecho a la libertad de aprender.

No obstante, amparándome en la libertad de expresar mi opinión sobre la institución educativa en la que estudio,la facultad de Filosofía y Ciencias de la Educación de la Universitat de València, he de exponer que en ocasiones, la libertad de cátedra se contrapone a los intereses y el beneficio del alumno al tiempo que se contrapone a su derecho a aprender libremente.

Cuando un alumno tiene que afrontar su educación en filosofía y se encuentra con que hay un departamento de su facultad gobernado por profesores estrechamente relacionados con una determinada doctrina religiosa, y que la entremezclan deliberada y frecuentemente con los contenidos de sus asignaturas, entonces hay algo en la libertad de cátedra que no funciona.

Y cuando por ende tiene que dedicar tiempo y esfuerzo a "aprender" cosas que no vienen al caso (pues la filosofía no es religión) y que además tienden a disminuir su interés por la carrera (e incluso por la vida), pues la libertad de cátedra para el profesor se puede convertir en esclavitud para el alumno.

Y no estoy haciendo metafísica, hablo de cuestiones concretas, pues en mi facultad por ejemplo, actualmente, para aprobar la asignatura de ética, troncal de primero, tienes dos opciones:

  1. tragarte la "Hermenéutica trufada de neopragmatismo contextualista"
  2. o tragarte la "Ética de los derechos humanos"

Y claro, los alumnos de enseñanzas superiores tenemos un grado de madurez que nos permite "acoger de manera crítica las enseñanzas [...] e interpretar adecuadamente la discrepancia que manifieste el profesor respecto a otras ideas"[1], pero cuando

  1. en la primera de las opciones la "Ley de la conservación de la dificultad" impide a la mayoría de alumnos de primero ser críticos con la doctrina del profesor al tiempo que les roba tiempo para aprender ética filosóficamente, y en la segunda de las opciones,
  2. la incapacidad mental evidente del profesor (que se manifiesta en sentencias como "la tendencia natural de l'home és la de violar a les dones") unida a su obsoleto y soporífero planteamiento de la asignatura te llevan a perder el interés por tan apasionante materia,

pues nos damos cuenta de que algunas situaciones pueden traerle a uno a la mente el calificativo de libertinaje para unir a lo de cátedra.

La libertad de cátedra es un derecho importante, y efectivamente, no se puede entender un derecho amplio a la libertad académica si no lo incluimos, pero no puede entenderse ya como un argumento en el que atrincherar actitudes docentes deshonestas.

Adolfo.


[1] "La libertad de cátedra a debate: ¿qué es, y hasta donde llega?" de María del Puerto Paule Ruiz y Agustín Cernuda del Río. Dpto de Informática de la Universidad de Oviedo.

Acta de reunión



Breve acta de la reunión del jueves 21 de febrero.

De manera escueta y tan solo para dejar constancia de que el jueves el Tercer Wittgenstein se reunió en el Madonna tras la clase de Teoría del Conocimiento de Sanfélix y hasta las ocho de la tarde aproximadamente. Se discutió sobre una gran variedad de temas que podríamos dividir en tres categorías:

- En cuanto a metatemas relacionados con el propio Tercer Wittgenstein, se discutió y decidió (provisionalmente, salvo cambio de planes) convocar reunión para el miércoles de la semana que viene (27), a las seis de la tarde en el Madonna. A su vez, se discutió el importante tema de los criterios y condiciones que deben cumplirse para proporcionar la contraseña de este blog a personas que deseen ser miembros. Tras hablar largo y tendido, se optó por recurrir a la casuística y tratar cada caso de manera individual a medida que se vayan presentando. No obstante, es de esperar que en futuras reuniones vuelva a tratarse este tema.

- Por lo que respecta a temas referentes a la universidad, y a nuestra facultad en concreto, se discutió sobre el asunto de la libertad de cátedra tal y como había sido planteado anteriormente. El debate se desvió enseguida por otros derroteros más trascendentales, pero la discusión fue interesante pese al caos que se generó. Se propuso enviar una delegación al despacho de San Agustín para escuchar los razonamientos que, según él, justifican la inclusión de '10 palabras clave en bioética' de Javier Gafo en el programa de la asignatura, antes de pasar a la consecución de otras iniciativas.

- Y en cuanto a temas de carácter filosófico, se habló de todo. Desde un loable intento de establecer una definición de filosofía (de lo que es y de lo que no es filosofía) hasta el Cogito cartesiano, del apriori kantiano al determinismo materialista damasiano. Por citar algunos momentos concretos, ya que me falla la memoria.


Carlos


PD: ¡Disculpen la tardanza!

jueves, 21 de febrero de 2008

Tecnoverborrea: más vale callar que con borrico hablar

Bien es sabido por todos los que conocen la lengua de Cervantes que ésta goza de un rico refranero y de unos prácticos proverbios. Partiendo de la base de la incuestionable sabiduría que se recoge en estas sentencias y con la ayuda de mi querido Wikiquote (aprovecho, además, para declararme fan incondicional del formato Wiki) he encontrado unos cuantos proverbios referentes al tema que me interesa hoy: la ignorancia.

Comenzaré con el más famoso de todos: "La ignorancia es muy atrevida" o, dicho de otro modo, "Nada hay más atrevido que la ignorancia". Aunque el proverbio tiene más años que Matusalén, parece que algunas personas lo olvidan de vez en cuando y, para más inri, no precisamente en los ámbitos más apropiados. El caso es que estos días he podido sentir en mis carnes la verdad proverbial aquí expresada: un par de personajes que ostentan un cargo académico y que tienen el lujo de poder impartir clase y de llenar, por lo tanto, a sus alumnos de brillantes ideas, parecen haber olvidado, efectivamente, lo atrevido del desconocimiento. Esta vez las críticas no irán dirigidas tan sólo al personal de nuestra Universidad de Valencia, sino que estarán inspiradas también por un genial tecnófilo (nótese que es él mismo quien se autodenomina de tal modo) de la Universidad de Barcelona.

Hace unos días tuve la oportunidad de asistir a una clase en la UB donde se estudiaba, o al menos se pretendía tal cosa, la relación entre la cultura, la tecnología y la filosofía. Obviamente, ¡quién si no un tecnófilo podría impartir tal clase! Y, sobre todo, ¡qué mejor momento para jactarse de aquellos que no dominan Google! Y, además, ¡qué gran oportunidad para crear tecnoneologismos y todo tipo de tecnopalabros en esta nueva tecnojerga! ¡Viva la tecnología!

Pero claro, no todo puede ser de color rosa cuando andamos en estos terrenos. Hemos de recordar que estamos ante un humanista, un filósofo, introduciéndose el mundo de la ciencia. No obstante, el mismo profesor nos señaló que gracias a su método humboldtiano (el cual es, según él, el mejor método) se formó ampliamente en física, química y matemáticas. Pero de poco parecen servir estos conocimientos cuando sueltas perlas como "actualmente la información viaja a través de impulsos eléctricos a la velocidad de la luz". Y no, no era una hipérbole; era en sentido literal.

Personalmente, pongo el grito en el cielo ante tales imprecisiones y tal falta de rigor. Quizás el asunto no tendría mayor importancia si esta persona hubiera sido algo más humilde en su presentación. Quizás el hecho de repetir hasta la saciedad su dominio de la tecnología frente a los tecnófobos, aquellos que temen a los ordenadores y máquinas en general, no me ha ayudado precisamente a ser tolerante con él. Un error lo tiene cualquiera, pero alguien que se presenta a sí mismo como el tecnófilo poseedor del mejor método, no debería tener ese tipo de errores.

Pero a veces me ocurre justamente lo contrario. Aquí, en Valencia, hay alguien a quien más o menos aprecio; alguien que no se presenta de esa forma tan altiva, sino de forma campechana, como el rey. No obstante, igualmente ocupa un puesto en la universidad y debido a estar en tan privilegiado lugar considero que debería tener algo más de rigor. Son muchas las clases suyas a las que he asistido y tendría "anécdotas" para estar escribiendo durante un buen rato, pero creo que voy a centrarme en lo ocurrido ayer mismo por la tarde en clase, ya que ha sido justamente lo que me ha movido a escribir esta entrada. Nuevamente, me encontraba en una clase donde se pretendía tender un puente entre la filosofía y la ciencia (en esta ocasión las ciencias naturales). Ante tales planteamientos es de esperar un amplio conocimiento, si no un dominio, de las materias tratadas. El problema viene cuando se define el efecto fotoeléctrico como "cuando la luz rebota sobre una placa opaca, si es que hay placa, al intentar ver la materia en el microscopio electrónico" y, enlazando con el principio de incertidumbre de Heisenberg, se dice que "está claro que necesitamos la luz para ver", en alusión (esperemos) a la problemática de la observación y la interferencia en el estado de las partículas a escala subatómica. Sin mucha más explicación.

Igualmente, explicar la entropía como "desajuste" o "desorden" puede estar muy bien si no se quiere profundizar en el tema y tan sólo se hace una mención de pasada. No obstante, aquí tenemos otro problema cuando tras esta vaga definición alguien se pasa media hora prediciendo la muerte térmica del universo, al más puro estilo profético de Nostradamus. Citando la Wikipedia, <La segunda ley de la termodinámica expresa, en una forma concisa, que "La cantidad de entropía de cualquier sistema aislado termodinámicamente tiende a incrementarse con el tiempo, hasta alcanzar un valor máximo">, y, por otra parte, <En termodinámica, la entropía (simbolizada como S) es la magnitud física que mide la parte de la energía que no puede utilizarse para producir trabajo>. Parece que lo recogido por la enciclopedia libre tiene bastante más rigor y utilidad que lo enseñado en mi facultad (de Filosofía, recordemos, aunque a más de un filósofo natural le dolería en el alma). Sorprendentemente, estas entradas en la Wikipedia son bastante explicativas y técnicas y, a pesar de usar un lenguaje científico, no resultan inaccesibles para el lector no especialista. Y esto me lleva necesariamente a preguntarme: ¿qué es lo que ocurre en las aulas de filosofía? ¿por qué la pifian tanto?

Y es entonces cuando la maravillosa palabra viene a mí: ignorancia. Y es entonces, también, cuando formulo una teoría de mínimos cortiniana, enlazando con el imperativo categórico kantiano (si se me permite): no hables de lo que no sabes. Y reformulo: si oyes campanas y no sabes donde, no hables de lo que no sabes. Y vuelvo a reformular, en versión positiva: calla sobre lo que ignoras. Y hasta me permito la formulación de un imperativo hipotético: si no quieres parecer estúpido y aburrir con tu tecnoverborrea/quantumverborrea, cállate. Aunque finalmente acudo a los antiguos proverbios: más vale callar que con borrico hablar...

¿Y a qué viene todo esto? Simplemente quiero mostrar mi descontento con la falta de seriedad y de rigor existente en este ámbito. Al igual que se exige rigor filosófico y se hacen las distinciones más sutiles para ser totalmente precisos, cuando se trata de temas científicos se debería hacer con el mismo enfoque, con el mismo tacto. No es lo mismo decir trabajo que energía, ni cualquier velocidad que velocidad de la luz. Y puede que estas precisiones carezcan de importancia para la vida de la mayoría de los mortales, pero forman parte de teorías muy elaboradas y complejas que merecen, como mínimo, respeto.

Cada vez que asisto a la perpetración de este tipo de crímenes académicos no puedo dejar de recordar un librito que me gustó mucho y que siempre que tengo la oportunidad aprovecho para recomendar: se trata de las Imposturas intelectuales de Alan Sokal y Jean Bricmont. Sokal y Bricmont son dos físicos que, cansados del mal uso que se da de los conceptos matemáticos y físicos, deciden saltar a la palestra para "desenmascarar" a toda una serie de posmodernos y sacar a la luz todos los errores e imprecisiones de los que sus obras están plagadas. Es muy entretenido de leer y, además, tiene algunas reflexiones filosóficas muy interesantes, como por ejemplo sobre el manido tema del progreso científico.

Quede claro que con esto no quiero comparar la intención de unos y otros a la hora de abordar la ciencia: mientras que los primeros simplemente intentan acercar, de forma bastante desafortunada, algunos conceptos científicos y tecnológicos a la gente de letras, los segundos suelen usar deliberadamente un vocabulario técnico erróneo o impreciso para confundir al público general por gozo y regocijo personal.

Y, para concluir, como muestra contemporánea de expresión oscura filosófica, un botón: "Para que el diálogo deje acontecer la realidad es preciso articular la naturaleza de la movilidad histórica de los interlocutores. Como hemos demostrado [anteriormente], Gadamer explota hasta sus últimas consecuencias la hermenéutica de la facticidad incorporando esta apropiación del conjunto del pensamiento de Heidegger. La radicalidad de una analítica existencial es inseparable de la experiencia humana. Al intentar responder a este nudo de cuestiones se nos ofrece una lógica hermenéutica que limita las pretensiones de la pura conceptualidad." (A. Domingo Moratalla, El arte de poder no tener razón, p. 308, Salamanca, Publicaciones Universidad Pontificia, 1991).

Todo claro, ¿no?

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miércoles, 20 de febrero de 2008

SIDA, moral y promiscuidad

// Ciertamente la ética cristiana no puede caer en la ‘trampa’ de considerar el SIDA como un azote de Dios, como si el sarcoma de Kaposi y el Pneumocystis carinii fuesen hoy la actualización de la lava y el fuego con los que fueron asoladas las ciudades de Sodoma y Gomorra. Prácticamente todos los documentos de la Iglesia católica rechazan esta interpretación, que es contraria a la imagen de Dios, que ha manifestado Jesús de Nazaret, y a las actitudes del Maestro.

Pero creemos que si tiene razón el cardenal Hume cuando afirma que habría que considerar al SIDA “como prueba de una ley general de que las acciones humanas tienen consecuencias y de que el desorden produce inevitablemente daño y, consiguientemente, provoca destrucción... Es síntoma de algo más profundo y mortal. Es una de las muchas consecuencias desastrosas de un comportamiento sexual promiscuo. La promiscuidad está haciéndose suicida.“

[...]

El cardenal Hume [...] añade: “Se habla demasiado poco y vagamente del necesario cambio de actitudes para detener la epidemia... Incluso a corto plazo, la mayor esperanza es una renovación moral de la sociedad” //


Extraído del libro Diez palabras clave en bioética, escrito por Javier Gafo, Editorial Verbo Divino, 1997, concretamente del apartado ‘Reflexiones finales’ del capítulo dedicado al SIDA.



En primer lugar creo que queda fuera de toda duda que Javier Gafo suscribe la opinión del cardenal Hume en torno al tema del SIDA en su 'Diez palabras clave en bioética'. Y creo que de ahí se sigue necesariamente que cualquier profesor que obligue a sus alumnos a leer dicho libro está a su vez admitiendo que comparte esta opinión. No creo que sea necesario comentar el texto, pienso que habla por si mismo.

Las preguntas que inmediatamente surgen son: ¿tiene derecho un profesor de la Universidad, en virtud de la libertad de cátedra y acogiéndose a este derecho, a incluir en la bibliografía obligatoria de su asignatura un libro donde se defiende una tesis que no sólo se aleja de la realidad científica, sino del sentido común?, ¿debemos permitir la intromision de la religión cristiana y demás supercherías metafísicas en nuestra facultad?, ¿hay algo que se pueda hacer para detener esta tendencia, este retroceso cultural, este regreso a la Edad Media?, ¿es lícito que un profesor de bioética recurra a un autor jesuita, como Javier Gafo, para enseñar su asignatura?

Personalmente, cada vez que leo este pequeño fragmento de incultura religiosa institucionalizada que han pretendido hacernos tragar, me enervo. Me parece un insulto y una vergüenza.

Se ruega comenten con airada indignación, o aun mejor, propongan fecha y hora para quedar en el Madonna para indignarnos todos juntos y hablar de posibles temas, o porque no, de propuestas de líneas de acción.


Carlos

lunes, 18 de febrero de 2008

Temas pendientes

- Libertad de cátedra
- Educación para la ciudadanía

Para el primer tema estamos preparando cosas, al menos que yo sepa, Javi, Silvia y Adolfo. Para el segundo tema tenemos interés Pepe y Adolfo por lo menos.

Estaría bien si esta semana nos reunimos y decidimos que publicar sobre el primer tema, y también si alguien más muestra su interés por el segundo tema.

Saludos.

Adolfo.

lunes, 11 de febrero de 2008

Empezamos a andar

¿Cuál debería ser nuestro primer tema?