sábado, 5 de abril de 2008

El arte y la democracia lingúística

(Aviso: en esta entrada no digo nada muy nuevo; es más que nada una forma de ordenar mis ideas sobre el tema del arte. La primera parte es la más repetitiva, sobre todo porque muchas cosas las decía ya "votos a favor" en su entrada. Pero ya digo: ha sido un intento de ordenar mis ideas, y me ha salido así. Y ya que las he ordenado, aprovecho y lo cuelgo para aburriros un rato).


Ars longa, vita brevis. “El aprendizaje es largo, la vida breve”. Así dice realmente el adagio latino, en contraposición a lo que se suele pensar; resultaría violento, según lo que me explicaron en mis clases de latín, traducir la sentencia por “el arte es duradero, la vida breve”, pues esta traducción no reflejaría un matiz fundamental que, desde la antigüedad clásica, iba asociado al término arte, y lo reduciría a su acepción moderna. En efecto, con el término arte se designaba todo lo susceptible de ser aprendido – aquello que requería un aprendizaje -, de forma que arte y técnica se tornaban casi inseperables: el artista era también artesano, y debía serlo si quería ser un buen artista. Y, en este sentido, el artesano era también un artista, pues necesitaba aplicar correctamente una técnica que debía dominar.


Tras esta noción, que equipara en alto grado las capacidades técnicas y las artísticas, imagino se encuentran las primeras manifestaciones culturales de lo que posteriormente englobaríamos bajo el rótulo “arte”. Pienso por ejemplo en el utillaje de los primeros homínidos – herramientas, instrumental, vasijas...-, que carecían de intencionalidad artística o estética (eran puramente funcionales), pero que posteriormente se consideraron manifestaciones culturales que evidenciaban el nivel técnico de sus creadores. Incluso sabemos que el desarrollo técnico gestado sobre todo en época del homo faber, en especial el nuevo y fructífero uso de las extremidades superiores y las manos, ayudó sobremanera al proceso de desarrollo cerebral que acabó desembocando en el homo sapiens. Por todo esto, no me extraña que durante mucho tiempo se tuviera en tan alta estima a la técnica (se podrían seguir citando definiciones antropológicas que hacen hincapié en la capacidad técnica y creadora del hombre como característica esencial de nuestra especie), hasta el punto de asociarla al término que, ahora lo sabemos, expresa una de las empresas consideradas como más nobles dentro de nuestros quehaceres: el arte.


Más tarde, como bien explica “votos a favor” en su artículo, el arte fue autonomizándose y desligándose de su identificación técnica. Es entonces cuando se entiende el arte como “bellas artes”, y no sólo como técnica (aunque sigue siendo obvio que un buen artista necesitará conocer bien la técnica que le permita ejercer como tal). A mi modo de ver, se produce entonces una variación clave: hasta entonces, tanto la forma de la obra como el contenido podían tener que ver con la técnica para considerarse arte (primaban, pues, la funcionalidad y la utilidad, orientadas a la mejora de la calidad de vida o a la satisfacción de necesidades); ahora, aunque la forma siguiera requiriendo técnica y aprendizaje, el contenido se entendía como expresión del autor, acercándose a nuestra concepción actual.


Hay que matizar, por supuesto, que las barreras no eran tan nítidas como las he pintado: funcionalidad y forma de expresión se han combinado durante siglos de historia del arte. Penemos, sin ir más lejos, en las catedrales góticas: su funcionalidad estaba en la base de su concepción, como refugio de feligreses o como imagen de la grandeza de Dios y de la ciudad en la que se construían; pero, sin embargo, también expresaban una visión particular de la arquitectura y podían causar los más variopintos sentimientos. También quiero matizar que, incluso cuando el concepto de bellas artes estaba plenamente asentado, había obras en que el arte entendido como expresión personal del autor o expresión interpretada por el observador son mínimos: me refiero a todo el arte que aspira a la “mímesis”. El realismo de un cuadro paisajístico puede ser enorme, pero seguramente esa obra no transmitirá ni más ni menos que lo que transmita el paisaje mismo; es decir, que será brillante formalmente, pero su contenido no trascenderá la técnica utilizada (también es cierto que, desde la invención de la fotografía, el arte como mímesis perdió mucha fuerza).


Hechas estas distinciones, podemos quedarnos con este resumen: bajo el término arte primero se integró la técnica, y poco a poco el contenido expresivo fue eclipsándola (aunque nunca eliminándola) y haciendo que se le supeditara. Además, conforme más peso cobra el contenido y se deshecha la pura funcionalidad práctica, más difícil se torna englobar objetos técnicos en el mismo campo que obras artísticas, y más clara se vuelve la frontera que separa a los artistas de los artesanos. Y como colofón, con los movimientos de vanguardia y del arte por el arte, la funcionalidad del arte se reducirá al goce estético, autonomizándose definitivamente de toda utilidad inmediata y pragmática.


¿Y por qué he soltado toda esta parrafada? Pues porque la otra tarde intentábamos definir qué es el arte, y nos salían palabras como técnica, funcionalidad, expresión... Pero no fuimos capaces de encontrar la que refiriera a su esencia, la que contuviera todos sus significados y aglutinara todo lo que llamamos manifestaciones artísticas. Luego de intentarlo, llegamos a otra discusión, correlato de la primera, sobre la subjetividad como única vara de medir el arte, y en el fondo como único punto de apoyo personal para definir lo que es arte y lo que no. Tras ordenar mis ideas, he llegado a la siguiente clarificación:


a) Por una parte, en toda época tenemos lo que de hecho es el arte. El término arte, en su uso generalizado, remite a ciertas prácticas públicas, objetivas y compartibles, y se aprende dentro de una determinada cultura (dentro de la cual se crea, evoluciona y cobra nuevos significados). Esta es la esfera objetivable del arte, y la que analizan académicos e historiadores. A este nivel pertenece la parrafada que he soltado al principio: para los antigüos, el término arte se refería también a artesanía y técnica; luego, arte fue bellas artes y expresión; y ahora, arte es el todo vale. Y en todas estas acepciones, por cierto, arte es lo que hacían los artistas (y los artesanos en un primer momento, puesto que esa distinción, como he dicho, no era clara), y lo que se plasmaba en las instituciones pertinentes y destacaban los académicos del momento. Por eso, decir la frase “esto no es arte” delante de la famosa mierda de artista es un absurdo y un sinsentido: sí que es arte, queramos o no. Y es arte porque se ha considerado arte en su época y hoy sigue llenando páginas de enciclopedias. Nos guste o no, nosotros no elegimos el significado de las palabras: su uso se nos impone, y es lo que posibilita la comprensión. Y, siguiendo la evolución que el término arte y sus implicaciones han desarrollado, la mierda de artista se inscribe perfectamente en dicha evolución. Decir de una obra que no es arte implica, como bien dijimos la otra tarde, presuponer una definición personal y limitante de arte que en muchas ocasiones no se corresponde con lo que comúnmente se acepta, y que además supone muchos problemas (el criterio seguido, la tradición que inspira nuestra concepción personal, lo que consideramos esencia de lo artístico y por qué...). Por eso, insisto: arte es lo que en cada época se entiende por arte, nos guste o no. Y cada época tiene unos mecanismos y unas causas (históricas, políticas, sociales...) que explican que se considere arte a unas cosas y no a otras.


Para que se me entienda mejor, haré una analogía. Puesto que el problema es en el fondo lingüístico, quiero compararlo con lo que puede suceder en política con la palabra “izquierda”. Durante mucho tiempo, la palabra izquierda hizo referencia a ideologías próximas al comunismo o al anarquismo; hoy día, vemos que constantemente se clasifican como de izquierdas medidas y partidos que poco o nada tienen que ver con aquellas ideologías. Y entonces mucha gente dice “tal partido no es realmente de izquierdas” o “bajar los impuestos no es verdaderamente de izquierdas”, porque tienen en mente el significado tradicional y originario. Pero, ¿tiene esto sentido cuando la mayoría de la gente ha acabado asociando al término izquierda nuevas prácticas políticas advenidas tras cierta evolución histórica? Pues lo mismo ocurre con el arte: que los usos de las palabras se nos imponen desde la mayoría, y no al revés. ¡Democracia lingúística!


Así pues, partiendo de la base del uso generalizado, es un sinsentido mirar un enchufe y decir “esto es arte”; sin embargo, sería lícito decirlo cuando ese enchufe se exponga en el MOMA. ¿Que todo esto es un absurdo? Pues no seré yo quien lo discuta, pero es lo que hay: la situación y el contexto crean los significados, y para cuando el enchufe se exponga en el MOMA, por democracia lingüística habrá que considerlo arte. Por eso todo es arte en potencia. Y por esa misma democracia un uso tan generalizado y aceptado como el de arte como técnica y aprendizaje hoy está prácticamente desaparecido.


b) Por otra parte, en cada época, a nivel individual, tenemos lo que debería ser el arte. Y, como todo debe, la respuesta es personal e intransferible. Cada uno interoriza y aprende la definición generalizada de arte presente en su sociedad, y en sus manos está aceptarla o no. O más que aceptar su definición (insisto en que los significados no se deciden libremente: se nos imponen, y si no nos gustan tendremos o bien que inventarnos otra palabra – algo absurdo, dicho sea de paso – o bien recurrir a otras palabras o bien remarcar acepciones alternativas, etc...), en nuestras manos está el decir “sí” o “no” a la misma. Ante el arte como “todo vale”, no podemos decir “esto no es arte”, pero sí podemos decir “esta concepción del arte no me gusta”, y dar razones de ello. Y esto es lo único que tenemos – que no es poco, por cierto - para rebelarnos contra el arte que no nos gusta. No ya proponer una definición alternativa y subjetiva, porque el lenguaje privado no sirve para nada; pero sí consentir con la visión mayoritaria o criticarla con argumentaciones.


Así que me retracto: no podemos definir el arte como “toda creación que una persona considere arte de acuerdo con su definición de arte”. Esto es lenguaje privado y hace imposible la comprensión, diluye la utilidad del término. Arte es, como dice la frase que alguien citó la otra tarde, “lo que los hombres consideran arte”. Pero no de forma subjetiva: lo que los hombres consideran arte trasciende al individuo y se impone culturalmente por democracia lingúística.



Ahora bien, podemos decir no. Y decir no es siempre decir mucho.



P.D.: Lo sé, eso de la “democracia lingúística” es una cabra muy cutre de concepto inventado. Pero a estas horas mis neuronas no dan para más.


- J a V i -

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Contra toda opinión, no son los pintores, sino los espectadores, quienes hacen los cuadros. - Marcel Duchamp.

Con todos mis respetos, se mueve usted más en el terreno del nazismo lingüístico que en el de la democracia, que nada tiene que ver con considerar absurdas determinadas formas de expresión por ir en contra del sistema tradicional de creencias y valores. Me parece tremendamente más absurdo que no se cuestione el uso del plural masculino como generalizador que el que se acepte de suyo el que un "todas" no puede incluir también a hombres en su referencia.

Como en todos los casos de conflicto entre las palabras o expresiones al uso y las creencias personales (o no tan personales) de determinados colectivos de lo que se trata es de nombrar reiteradamente aquello que de otra forma quedaría oculto, ya que aquello que no se nombra no puede existir. El problema con la izquierda aguada que se ha empezado a popularizar en nuestros días surge tras la caída del muro y la ficción generalizada, que tan bien le ha venido al sistema capitalista, de que el marxismo ha fracasado bla, bla. Vamos a ver señores, resulta que lo que ha fracasado es un pseudo-marxismo burocrático y dictatorial que poco tiene que ver con lo que decían realmente Marx y Engels. Es por todo ello lícito seguir defendiendo que no es de izquierdas lo que hace la supuesta izquierda, que la actual izquierda no es más que una derecha maquillada, etcétera, etcétera. La aceptación tácita sin reflexión de lo que viene impuesto es el último paso en el filosofar y el primero hacia la dominación.

Pero se supone que había una serie de conclusiones sobre el arte. Y es menester comentarlas:

Lo primero es que lo que de hecho es el arte es tan obvio como lo que de hecho es una playa. Todo el mundo parece que se pondría de acuerdo en ambas cosas, pero un análisis detallado nos demuestra que esto no es así. Y ocurre por algo que ha pasado usted por alto: los usos lingüísticos compartidos lo son en el nivel denotativo de los términos (todo el mundo sabe lo que es un kilo de manzanas, que una playa debe tener mar, que por las autopistas circulan los coches...) que nos permite comunicarnos eficazmente dentro de un contexto cultural-lingüístico determinado.

Pero todo término tiene dimensiones connotativas que son ineliminables: un kilo de manzanas puede ser mucho para un soltero pero una miseria para el padre de siete hijos. Ocurre lo mismo con las playas, pues para aquél que mantuviera relaciones sexuales por primera vez en una será maravillosa, mientras que para alguien que estuviera a punto de morir ahogado no lo será tanto. Y esto es algo que ocurre de hecho.

De hecho se acepta que las obras de Velázquez son arte. Se acepta que los cuadros son arte, que las esculturas de las plazas o jardines son arte. Eso es lo que nos permite comunicarnos en un nivel convencional de una forma eficiente para entender una noticia del robo de un cuadro o unas direcciones dentro de un museo. Pero no todo es convencional, y mucha gente que considera que lo que se expone en los museos es arte no considera determinados lugares o exposiciones como museos, por ejemplo. Enlazando este asunto con las conclusiones de votos a favor es innegable (por mucho que a usted quizás le duela) que no todo es arte. Y no todo es arte en un nivel convencional del término.

Eso explica que las latas de mierda de la Tate no sean consideradas arte por una mayoría que, sin embargo, es competente lingüísticamente con el término arte. Y lo que el mercado del arte actual (ver mi comentario a la entrada anterior) diga que es arte no tiene por qué ser aceptado como cierto ni funciona como el "arte que de hecho es arte" en nuestra cultura contemporánea. No hace falta más que salir a la calle para darse cuenta de que el arte contemporáneo no se acepta como tal más que por un grupo ciertamente reducido de personas.

Otra cosa es que ustedes desearan que eso no fuera así. Pues discúlpenme pero están intentando darle la vuelta a la tortilla poniendo contra el fuego lo que de verdad está ocurriendo: un colectivo relativamente reducido de personas se mueven dentro de la institución arte e intentan decir lo que es o no es arte según esas concepciones. Fuera de grupos de profesionales o de algunos intelectualoides alternativos que “flipan” en colores cada vez que ven algo que ni ellos mismos entienden todo el mundo opera con categorías tradicionales. Y es bastante distinto el que ustedes quieran no aceptar la definición de arte que efectivamente opera en la sociedad en la que viven que el que esa definición sea la definición operativa de hecho. Por lo tanto, la definición operativa de arte (a), guste o no, es aquella que tanto criticaba votos a favor, mientras que las definiciones alternativas o subjetivas se incluirían todas en (b).

Nadie negará que cuando un enchufe se exponga en el MOMA muchas personas considerarán arte a ese enchufe. Pero espero que tampoco me nieguen que muchas más personas habrá que no lo consideren arte que aquellas que sí lo hagan. No será por democracia lingüística por lo que ese enchufe se considerará arte; al igual que para los filósofos la Crítica de la Razón Pura es una obra fundamental, para los expertos del mercado del arte el enchufe será un arte -inserte calificativos varios-.

Como bien dije en mi anterior comentario, la definición primera que se había dado era completamente tautológica, válida para cualquier definición de arte que pudiera concebirse. No obstante, nadie ha demostrado todavía que esa definición no sea válida. Lo que nos permite entendernos es precisamente el nivel convencional (denotativo) de los términos, lo cual no aclara absolutamente nada al respecto de lo que sea una buena o mala definición de arte no subjetiva en el caso de que se quisiera argumentar a su favor. Y una cuestión de hecho que me dará la razón en esto es precisamente la “pelea” entre los partidarios del arte institucional con los formalistas o con los funcionalistas.

Creo que es hora de posicionarme rescatando la cita con la que comencé este comentario. Lo que verdaderamente marca lo que es o deja de ser el arte es lo que los espectadores consideran como tal. Ni la intencionalidad artística ni un mercado que señale qué obras son arte ni el análisis formal del contenido artístico sirven de nada si los espectadores, el eslabón último del proceso comunicativo del arte, consideran que no están viendo nada relevante.

Afectuosos saludos.

Anónimo dijo...

Amigo vogelfrei:

La democracia tiene mucho de impositiva, de doblegación y sometimiento, por injustos que sean sus dictámenes, a la decisión mayoritaria. Y además, se provee de unos mecanismos, muchos de ellos institucionalizados, para asegurarse de que la decisión mayoritariamente aceptada sea la que conviene a los que detentan el poder. La democracia lingüística de la que hablo no puede tener sólo lo bueno de la democracia; es más, seguramente estaba pensando más en sus defectos que en sus virtudes al inventarme la expresión (reconozco que poco original, por otra parte).
Dice usted que basta con "bajar a la calle" para descubrir la verdadera y generalizada concepción del arte. Y perdóneme mi osada y capitalista objección, pero creo que el arte, y con él sus implicaciones lingüísticas y semánticas, ha estado siempre dominado, subvencionado, promocionado, ensalzado - y, lo que es peor, disfrutado - por élites. No entro en valoraciones: me limito a constatar un hecho, que se podría demostrar citando mecenas, coyunturas históricas - sin ir más lejos, la arquitectura imperial romana que servía como carta de presentación al mundo de la grandeza del imperio romano - o la posición privilegiada y burguesa de la mayoría de artistas reconocidos. Hay excepciones, por supuesto, pero hablo de generalidades. Y, por cierto, lamento profundamente que esto sea así y tantos buenos artistas hayan pasado sin pena ni gloria por la historia:
Decía Gabriel Celaya eso de "maldigo la poesía concebida como un lujo cultural por los neutrales que, lavándose las manos, se desentienden y evaden / maldigo la poesía de quien no toma partido, partido hasta mancharse". Y yo la maldigo con él, pero aunque me duela enormemente, dudo que la poesía llegue a cambiar el mundo. Por eso digo que me parecen incluso heroicos los nobles intentos de artistas que han intentado "acercar el arte al pueblo". Pero la historia creo que nos demuestra que, a efectos prácticos, su encomiable propósito ha fracasado en casi todos sus intentos.
Quiero decirle que no puede acusarme de elitista, ni de defensor de la supuesta y autobautizada élite intelectual, al constatar el hecho de que al arte siempre ha sido - o lo que es peor, siempre se ha pretendido - elitista. Y a partir de ahí, no debe escandalizar que sus significados lingüísticos sean fruto de esa élite, que ha conseguido - y sí, por democracia lingüística, tan injusta y opresiva como la política - generalizarlos.
Además, me parece sociológicamente interesante analizar los significados generalizados de las palabras - lo que la gente suele entender con ellas -, porque seguramente nuestras conclusiones serán reveladoras acerca del estado de las cosas de la sociedad que analicemos. Retomando el ejemplo de la palabra izquierda, el hecho de que la mayoría de la gente entienda por tal término una ideología pseudo-izquierdista, descafinada y extra light, indica hasta qué punto el sistema capitalista ha absorvido a sus críticos. Y, obviamente, no lo digo como mérito a reconocer: constato otro hecho sobre el que también cabe decir no y rebelarse.
Y, por supuesto, esto no implica aceptar los sistemas de valores y creencias institucionalizados: significa, antes bien, un análisis de cómo estos valores se interorizan también vía lingüística y, a partir de ahí, una forma de abrir nuevos caminos para la quej (ya sea proponiendo nuevos usos para aquellas palabras "pervertidas" por el sistema (y luchar, "democráticamente", para que se acaben imponiendo), ya sea subvirtiendo todo el estado de cosas con un lenguaje alternativo - empresa en la que tengo poca fe, por cierto - o, como más éxito creo podríamos tener, intentando cambiar el estado actual de las cosas - la infraestructura, si se me permite - para que, de forma natural, cambien también los significados).

Y el que quiera entender que entienda, y el que no quiera, que me llame elitista desalmado defensor de la élite opresora y víctima del sistema capitalista.

Bienvenido al blog, y un afectuoso abrazo.

- J a V i -

pinos del mundo dijo...

Yo solo quiero decir una cosa.

Veo implicito en toda la discusion/debate la creencia de que los artistas son los que quieren mantener y les interesa eso que llamais "todo vale"
Nada mas alejado de la realidad. Si en algo puede consistir el arte es en que se cuestiona a si mismo constantemente, y los primeros son los artistas. Todo lo que rodea al arte es una especie de remora que vive de ese cuestionamiento. Y es comprensible que el tiburon se revuelva contra su remora con acciones como las mierdas enlatadas.
Imaginaos el gustazo por parte del cagador cuando les vendio su mierda. Admirable.

Un saludo
putobush

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Acentos y correccion ortografica omitida intencionadamente

Irrelevante dijo...

Muy de acuerdo con pinos del mundo. Asombrar es la esencia del arte (y la filosoía nace del asombro; hay más conexiones de las que apriori parece...) El artista quiere sorprender, y las convenciones y definiciones son cadenas para él. Es por eso que a menudo las intenciones estéticas o conceptuales se dejan a un lado y prima la sorpresa ante todo. Y por eso la mierda enlatada es arte, porque escandalizó a un buen montón de burgueses de mente cerrada. Son tantos los factores a tener en cuenta. Y si decir que una nube es arte escandaliza a alguien, habrá que decirlo hasta la saciedad. Arte también (y digo también) es romper con la convención (y marear burgueses). Y con burgueses me refiero a clases elevadas, élites intelectuales (filosóficas, artísticas o de la índole que sea) y demás gente con o sin monoculo.

Al artista, como decia pinos del mundo, no le interesa el 'todo vale'. Le interesa el 'esto que antes no valía y que pensabais que jamás valdría, también vale'.

Saludos!

Adolfo dijo...

Por cierto, releyendo el escrito de Carlos, me he topado con "la interesante hipótesis de que la estructura básica de los mitos es universal y está contenida en la estructura génica". He de decir que esto ni siquiera me parece una hipótesis, porque para serlo al menos habría de ser falsable, objeto de prueba, etc...